Pensando en diminutivo

Por HUMBERTO TOBÓN*

Tenemos la tendencia a pensar en pequeño y normalmente utilizamos los diminutivos para referirnos a los proyectos que se van a emprender. Es muy extraño, pero parece que culturalmente nos hemos ido acostumbrando a adoptar este tipo de actitudes.

En Colombia, normalmente, nos da temor emprender grandes proyectos. Preferimos los distribuidores de tráfico vehicular con taches en los pisos en lugar de túneles y puentes. Nos asusta tener obras que se vuelvan emblemáticas en las ciudades. Casi no contamos con grandes parques y la mayoría de los que existen son chiquitos, por no decir diminutos.

Cuando nos hablan de vías peatonales hay sectores sociales que entran en pánico y se oponen con toda clase de argumentos, la mayoría de ellos irracionales y antitécnicos, pero casi siempre salen triunfantes. Llama la atención, por ejemplo, la fuerte oposición para que la carrera séptima de Bogotá no sea un corredor verde, sino que siga convertida en una vía dedicada al tráfico automotor y a la congestión.

El corredor verde que se propone para la capital de la República es una obra que permitirá que esta ciudad ingrese a la modernidad de la arquitectura urbana, poniendo al servicio de millones de habitantes un sitio de encuentro, de tránsito lento, de desplazamiento sostenible, de cuidado de la naturaleza, de esparcimiento y de evidente impacto visual.

Con un nivel de oposición como el que se evidencia en Bogotá frente a esta obra, no hubiera sido posible, por ejemplo, la construcción en París de la conexión peatonal entre el Arco del Triunfo y el Arco de la Defensa. Los kilómetros que separan estos dos iconos parisinos son una atracción arquitectónica impresionante, que se elevó a la condición de ser uno de los principales espacios públicos que dinamizó todo el centro de la “Ciudad Luz”.

En manos de los opositores bogotanos no hubiera sido posible que el centro de Roma se hubiese peatonalizado. Hoy, la Plaza España, La Fontana de Trevi o la Vía Condotti estarían sometidas a una congestión que impediría el goce y la tranquilidad de los turistas.

Si las voces opositoras al sendero verde de la carrera séptima de Bogotá se hubiesen trasladado a Buenos Aires, Puerto Madero no sería una de las zonas urbanas más destacadas de Latinoamérica, sino que seguiría convertido en un puerto sucio, maloliente e inseguro.

Bogotá tiene la posibilidad de cambiar su cara y dejar de ser una ciudad agresiva, para consolidarse como el centro urbano más importante del país, donde se privilegie su valor patrimonial, se pongan de presente los espacios culturales, se le dé vida a la ciclorrutas, se acojan las universidades y se les ofrezca a los habitantes un pulmón verde entre las calles 26 y 100 con carrera séptima.

Ojalá esta obra sea una realidad, para beneficio de quienes quisiéramos ver a Bogotá dando un paso gigante hacia la arquitectura urbana sostenible.

@humbertotobon

*Subgerente de Planeación Regional RAP Eje Cafetero

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