Murió José Ramón Tarazona, pintor citado por García Márquez

Por JORGE GÓMEZ PINILLA

Conocí a José Ramón Tarazona en el aeropuerto Palonegro de Bucaramanga, al regreso de un viaje a Bogotá. Él me reconoció a la hora de recoger las maletas de la banda transportadora, se acercó y me saludó. No hizo falta una larga presentación para saber que de tiempo atrás éramos amigos en Facebook, y gracias a ese encuentro nació una especial amistad que incluyó el desarrollo de algunos proyectos, entre ellos el de crear una página dedicada exclusivamente a recoger todos los capítulos que hasta ese día se habían publicado con La historia de la chica del coro, y los que vendrían.

Este proyecto quedó trunco debido a la falta de visión de su protagonista, quien se negó y no dio su autorización, y lo menciono porque el pintor santandereano siempre estuvo ‘enamorado’ de ella en el más pictórico de los sentidos, incluso adelantaba un retrato de Ivonne que yo le había encargado. A esta altura, no sé si alcanzó a terminarlo.

En todo caso, José Ramón Tarazona fue una muy lamentable víctima más del traicionero coronavirus, y no se nos puede ir sin que le rindamos un sentido homenaje de despedida con esta recordación.

Si de recuerdos se ha de hablar, lo primero hace referencia a un artículo de Gabriel García Márquez para la revista Cambio en abril de 1999, donde habla del cuadro “más notorio y notable” que había en la sala de recibo del cardenal Aníbal Muñoz Duque en el Vaticano. El cuadro en mención según Gabo describe “el episodio bíblico de la Casta Susana que se baña desnuda en la fuente mientras dos ancianos la acechan desde los matorrales. Su autor es el bumangués José Ramón Tarazona, que obtuvo el primer premio en una muestra de arte religioso, convocada por el cardenal cuando era arzobispo de Bucaramanga.  El artista le pintó un velo de última hora para no escandalizar al jurado, y después otro velo encima del primero para regalarle el cuadro al arzobispo”.

El artículo fue publicado hace 23 años, pero no podíamos dejar de registrar la crónica de algo que habla muy bien del artista que se nos fue.

El artista le pintó un velo de última hora para no escandalizar al jurado, y después otro velo encima del primero para regalarle el cuadro al arzobispo”. GGM

Son numerosas las obras que deja el pintor santandereano, en especial las pertenecientes a la serie de El Dorado, que le dio el reconocimiento internacional y la oportunidad de exponer en prestigiosas galerías europeas. Pero ciertamente, el cuadro que le abrió puertas en Europa y lo mantendrá en la memoria de sus paisanos es ‘La Susana del Vaticano’, con el que participó en una muestra de arte religioso titulada Arte y Religión Nuevamente, realizada en la Catedral de La Sagrada Familia de Bucaramanga hace 26 años, en 1995.

A Tarazona siempre le había llamado la atención el pasaje bíblico del libro de Daniel que narra cómo Susana, esposa de Joaquín, salía a bañarse desnuda en la fuente de los jardines de la casa, mientras dos viejos jueces la espiaban tras un matorral con ojos lujuriosos.

 A sabiendas de que la representación pudiera parecer provocadora o irrespetuosa para tan sacra concurrencia, no le faltó mirarla más de una vez para saber que sería la indicada para participar en esa exposición colectiva de arte religioso.

El 22 de diciembre de 1995 monseñor Darío Castrillón inauguró la muestra, y fue él mismo quien decidió adquirir ‘Susana y los ancianos’, nombre original antes de que el alto jerarca decidiera llevársela para su apartamento en el Vaticano, cercano al despacho de Su Santidad Juan Pablo II.

La Casta Susana del cuadro, primer plano.

Tarazona no tenía ni idea del artículo de García Márquez hasta que un amigo médico lo llamó para contarle que lo había leído. El artista fue a comprar la revista y al leer la crónica se sintió por supuesto complacido, pese a que en ese único párrafo encontró tres imprecisiones del autor, en aras de construir su propio relato, con el característico y magistral toque de “Realismo Mágico Macondiano”, según señaló Tarazona a Orgullo Santandereano.

En primer lugar, él no obtuvo ningún premio por esa muestra: “era solo un evento de exhibición y no existía ningún galardón”. Segundo, él no es bumangués: “yo nací en El Playón, una pequeña población a una hora de Bucaramanga”. Y tercero, “nunca le regalé el cuadro, Monseñor Castrillón pagó por él”.

¿Cuánto pagó el Cardenal por Susana? Según Tarazona, “el precio aproximado recibido en ese entonces debió estar entre 2 millones y medio de pesos y tres millones. Dejémoslo en tres millones, ya no recuerdo la cifra exacta”.

Con el paso del tiempo fue innegable el reconocimiento que obtuvo el pintor, gracias a la mención que hizo ‘Gabo’, de modo que su importancia traspasó las fronteras. Nunca tuvo el placer de conocer al escritor en persona, pero hacia él siempre guardó un inmenso sentimiento de gratitud.

En conversación que sostuve con él hace unos años, Tarazona me dijo desconocer el paradero de la obra Susana y los Ancianos: “no tengo ni idea de dónde se encuentra”. Pero debido a la repercusión de la obra, Tarazona hizo dos réplicas: una más pequeña (la obra original mide 150 x 170cms) que se encuentra en una sala de Bucaramanga. Y otra con las mismas dimensiones de la primera, que fue adquirida por el empresario italiano Ennio de Vellis, actual presidente de la Academia de Bellas Artes de Frosinone, Italia.

Y cada cuadro adquirió un nombre distinto: el que compró el cardenal Castrillón, La Susana del Vaticano; la que está en Bucaramanga, Susana y los ancianos; y la que pintó en Italia en el año de 1999 para el empresario italiano, La Susanna de Vellis.

La serie de El Dorado le dio el reconocimiento internacional y la oportunidad de exponer en prestigiosas galerías europeas.

Tarazona llevaba casi 40 años de vida artística y fue además el autor de los 83 retratos de exgobernadores de Santander que se encuentran expuestos de modo permanente en el segundo piso de la Gobernación, conocido como el Palacio Amarillo. Además, en el Museo Casa de Bolívar en Bucaramanga reposan sendos retratos, veinte en total, de los expresidentes de la Academia de Historia de Santander.

Paz en su tumba.

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