Luz Fabiola Rubiano y ‘Madame Popó’

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Hay en Colombia consenso alrededor de dos ideas básica: la primera, que somos una sociedad profundamente clasista. Y la segunda, que subsiste una élite torcida, corrupta, mafiosa y con una inclinación a resolver las diferencias por la vía violenta: y a bala, cuando toca.

Esa élite se ha servido de formas de violencia invisibles como la cultural y la estructural de las que habla Galtung. Y por supuesto, han sabido consolidar un aparato criminal, con sus ejecutores civiles y uniformados, para dar vida a la violencia directa. A pesar de esa condición espectral de las dos primeras expresiones de la violencia, los miembros de esa élite o quienes aspiran formar parte de ella, hacen todo para confirmar que efectivamente esas formas de violencia existen, que son reales. Para ello apelan al lenguaje con el que logran expresar un discurso que, a pesar de ser anacrónico, sirve para confirmar lo que somos como sociedad.

En este marco cultural hay que entender las reacciones violentamente clasistas y racistas de dos señoras. De un lado, aparece Luz Fabiola Rubiano (antes “Esperanza Castro”), a quien la Fiscalía busca por expresar su odio étnico hacia la vicepresidenta Francia Márquez Mina, a quien llamó “simio”, ladrona y asesina. Además de estar atada a la vieja aspiración de la superioridad racial, Rubiano sigue atorada a la esperanza (por eso quizás se identificó con ese nombre) de acabar con el fantasma del comunismo, mandando a matar a quienes insistan vivir en ese espectral y utópico mundo. “A los comunistas, un tiro en la mula, y pal río”, gritó Rubiano después de haberse despachado contra Márquez Mina.

Y del otro lado, circula en las redes sociales las imágenes de una mujer que al dejar salir su violento, excremental y execrable discurso clasista, se enfrentó a unas vendedoras ambulantes que ocupan un espacio público en Villavicencio. Como no se conoce aún el nombre de la irascible dama, para efectos de esta columna la llamaré Madame Popó en virtud de que dejó caer cerca de los alimentos que preparaban las vendedoras, los excrementos, el popó o la mierda que minutos antes les había recogido a sus dos perros de compañía.

Rubiano y Madame Popó dejaron salir el racismo y el clasismo sobre los que se fundaron las relaciones entre los colombianos y en particular, entre la élite privilegiada que ha dominado y operado el Estado y el resto de la sociedad. Más allá de las sanciones, penales o no, a las que haya lugar, las dos señoras necesitan ayuda del resto de los colombianos. Los vacíos educativos en las vidas de estas dos damas podrían pasar por lo visto y aprendido en sus núcleos familiares. Muy seguramente, allí aprendieron a odiar a los negros y a todo aquel que de manera informal se rebusca para vivir. Quizás ese mismo discurso racista y clasista lo escucharon en la escuela; o es posible que lo hayan captado de los tratamientos periodístico-noticiosos de unos medios de comunicación cuyos intereses siempre han estado al servicio de quienes insisten en dividirnos en estratos y condiciones étnicas, con el propósito de extender en el tiempo lo que en esa materia nos dejó la modernidad europea.

Rubiano y Madame Popó son apenas dos expresiones de lo que somos como sociedad. Imagino que la segunda señora aparecerá pronto a ofrecer disculpas por su comportamiento hostil. De la primera ya sabemos que deberá enfrentar una ya programada imputación de cargos por parte de la Fiscalía. Es posible también que si Madame Popó decide ofrecer disculpas, las ofendidas las acepten para darle ejemplo a quien igualó la vida de las vendedoras con el valor del excremento.

En el caso de Luz Fabiola Rubiano, ya el país sabe que la vicepresidenta se negó a conciliar, actitud explicable por el cansancio que genera estar cada cierto tiempo, aceptando las disculpas de personas que dejaron salir su impúdico racismo y animadversión hacia Francia Márquez. Si Rubiano recibe una sanción ejemplarizante por los delitos en los que incurrió, ello poco o nada aportará para que millones de colombianos superen el odio racial que guía sus vidas: simplemente se cuidarán de hacerlo en público, porque en privado seguirán pidiéndole a su Dios blanco que les quite del camino a quienes han sido condenados a vivir con ese color de piel.

Nos va a tomar tiempo como sociedad para dejar atrás el clasismo y el racismo, pues si algo hemos aprendido de la élite del Establecimiento colombiano es a odiarnos y matarnos, mientras ellos viven a sus anchas, construyendo el Estado y la sociedad que les sirven a sus mezquinos intereses.

Adenda: como dato curioso, Luz Fabiola Rubiano se declaró uribista, es decir fanática de Álvaro Uribe, quien también suele apelar al discurso violento para tramitar sus diferencias y conflictos. Solo falta que Madame Popó también resulte admiradora del mismo sujeto sub judice.

@germanayalosor

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