Las contradicciones del papa Francisco

Por GRMÁN AYALA OSORIO

Después de leer la encíclica Laudato Si, consideré por un momento que el actual Pontífice sería capaz de tomar distancia de la tradiciones conservadoras y anacrónicas de la Iglesia Católica. Me equivoqué: hace pocas horas, el actual Pontífice calificó como egoístas a quienes deciden no tener hijos y compartir sus vidas con animales domésticos.

El papa Francisco cae en una contradicción, al juzgar a quienes optaron por no traer hijos al mundo. Parece olvidar que justamente la presencia incontrastable del ser humano constituye la principal causa de los problemas que hoy afronta el planeta entero con el cambio climático. Hay demasiada gente en nuestra casa común, en parte porque la Iglesia Católica impuso la idea de que tener hijos era una obligación, apoyada esta en el instinto maternal. De allí derivó el discurso machista que hizo posible someter a millones de mujeres al rol de madres, quitándoles la oportunidad de decidir sobre sus cuerpos y vivir de maneras diferentes, por fuera de imposiciones de un mundo patriarcal y violento.

Las crisis climáticas que hoy afronta el planeta están asociadas al modelo de desarrollo económico, al consumo irracional y por supuesto, al sobre poblamiento de la Tierra. Que haya países cuya población envejece, se explica en buena medida por la toma de conciencia de cientos de millones de mujeres que se distanciaron de la doctrina machista de la Iglesia Católica, y es, además, la expresión de que reproducirse dejó de ser el único factor para alcanzar ese vago objetivo de “realizarse” como ser humano.

Las guerras, la pobreza y el desempleo, entre otras circunstancias y factores han empobrecido la vida humana, hasta el punto de que millones de seres humanos optaron por compartir sus vidas con animales no humanos, justamente, por la las dificultades y las complejidades derivadas de las maneras como el ser humano decidió relacionarse con los ecosistemas naturales y erigirse como la especie dominante.

Decidir no tener hijos no constituye una acción o una actitud egoísta, por el contrario, bien podría considerarse como una opción solidaria con el planeta y con quienes, en estos momentos en cualquier rincón del mundo, hacen ingentes esfuerzos por sobrevivir en condiciones de dignidad.

Cuando se publicó el Laudato sí, dije lo siguiente: “…es un documento que expone la complejidad del ser humano y su conflictiva vida en sociedad y las no menos complejas relaciones establecidas con la Naturaleza. Un primer factor de esa compleja vida humana guarda relación con la fe en un Dios creador y en elementos de esa moralidad religiosa sobre la que misma Iglesia Católica soporta aún las relaciones de dominación ideológica sobre sus creyentes: el pecado. En el documento se lee “que los seres humanos destruyan la diversidad biológica en la creación divina; que los seres humanos degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático, desnudando la tierra de sus bosques naturales o destruyendo sus zonas húmedas; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados. Porque <<un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios>>” (Laudato sì, p. 3).

Apelar a la idea de pecado no solo insiste en el carácter vigilante y castigador de la Iglesia Católica, sino que promueve una idea que además de anacrónica, deviene profundamente infantilizada, justamente, por aquellos creyentes que participan activamente de acciones contra la Naturaleza y grupos humanos vulnerables, pero poco les preocupa caer “en la desgracia del pecado”. Si bien la idea de pecado plasmada en la Encíclica advierte una acepción hacia lo inhumano, insistir en esa vieja idea de pecado instala el texto en el plano de lo moral, cuando debe permanecer en el ámbito de lo político y de la política”.

Al insistir en la manida y anacrónica idea del pecado, Francisco volvió al redil conservador de la Iglesia Católica, convertida en una multinacional, tan peligrosa como las que producen vacunas o gaseosas. Solo le falta que eleve a la condición de pecadores a quienes optaron por no reproducirse y aportar, en algo, a disminuir la presión que ejerce sobre los ecosistemas, todo ser humano recién llegado a un planeta con recursos finitos.

A lo mejor convivir con perros y gatos es también la constatación de que cada vez somos más conscientes de lo aviesa de nuestra condición y de que todo lo inventado hasta el momento solo ha servido como distractores que no alcanzan a despejar las angustias de una especie que en el fondo, siempre sentirá el acoso de la soledad, pero, sobre todo, de su condición finita.

No le queda bien al Papa hablar de egoísmo, cuando él representa a una poderosa institución, responsable, políticamente hablando, de genocidios, persecuciones y cruzadas.

@germanayalaosor

* Foto de portada, tomada de Telesur.

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