Junior, épico ejemplo de resiliencia

En la noche sin luna del 13 de diciembre, mientras los miembros de la Red de Astronomía de Colombia (RAC) se dedicaban a otear el cielo nocturno en busca de los meteoros de la esperada lluvia de las gemínidas, a los aficionados futboleros de Barranquilla, Medellín y sus alrededores sólo les interesaba una estrella: la que otorga la liga del fútbol profesional colombiano. Era la final que enfrentaba al Junior de Barranquilla contra el Deportivo Independiente Medellín, más conocido como el DIM.

Junior llegó a la capital de la montaña con ventaja de 3 a 2, producto del primer partido de local. Y tenía que vérselas de visitante ante el club rojo de Antioquia, con toda la afición paisa en contra. Al cabo de intensos 90 minutos en la cancha, el equipo caribeño perdía 2 a 0 y, por ende, el DIM estaba a segundos de coronarse campeón. Y entonces vino la estocada de Vladimir Hernández, el pequeño jugador nacido en Arauca, quien con un gol magistral sentenció el empate 4 a 4 en la sumatoria de los dos partidos, obligando a definición por tiros desde el punto penal. Con la moral abajo, el DIM botó su primer cobro y quedó en desventaja. Con 5 cobros impecables, el Junior se llevó la estrella en la propia cara de la atónita afición paisa, que no lo podía creer.

Para las sociedades actuales el fútbol se ha convertido en algo más que un deporte. Configura identidades, genera pasiones, brinda emociones a granel y adquiere características emblemáticas. En un mundo donde el fervor patriótico tiende a desaparecer, donde los soldados tienen que ser funcionarios profesionales pagados, la Selección Nacional de fútbol masculino termina convirtiéndose para muchos países en el emblema de su identidad nacional. Es un cambio de lo trascendental a lo lúdico y banal, pero es también un cambio positivo de la guerra a la paz, aunque a veces haya hinchadas juveniles hormonales que botan la adrenalina en violencia sin sentido.

Hasta lecciones de vida deja este deporte de extraño atractivo. Por ejemplo, este Junior del técnico Arturo Reyes, dio una demostración de resiliencia en este semestre. Casi todo el campeonato se mantuvo por fuera de los ocho y apenas logró entrar en las últimas fechas, clasificando a la fase de dos cuadrangulares. Ahí empezó perdiendo ante el Tolima. Faltando dos fechas el Tolima llevaba una ventaja de 5 puntos sobre el Junior, era el casi seguro finalista. La única posibilidad era que Tolima perdiera los dos últimos partidos y Junior los ganara. ¡Y así fue!

Junior vino de menos a más, superando todas las dificultades. Y en eso consiste la resiliencia, en la superación de adversidades. Antifragilidad la llama el matemático financiero libanés Nassim  Nicholas Taleb, autor de impactantes libros que recomiendo a todos. Quién lo creyera, el Junior nos dio una lección de vida: superar la adversidad, entender que uno no está vencido mientras haya un hálito de esperanza, morir de pie luchando hasta el final. Por algo decía el locutor Edgar Perea, de origen chocoano, que “a Junior tienes es que matarlo”. También decía Perea que “los partidos no terminan hasta que terminan”, frase que parece de Perogrullo, pero cuyo significado es como el título de una famosa película de acción: ¡Retroceder nunca, rendirse jamás!

Con esta estrella, la décima, Junior sube al cuarto puesto, empatado con el Deportivo Cali en la tabla de campeonatos ganados en la liga colombiana. Encabeza Nacional con 17, sigue Millos con 16 y América, la mechita, con 15. Pero si contamos desde que se instauró el sistema de dos campeonatos en el año con sus respectivas finales, o sea desde 2002, el Junior resulta ser el segundo equipo con más finales ganadas, pues con la de esta semana alcanzó seis, sólo detrás de Nacional, que lleva 10. Claro que hay que reconocer que en total lleva 12 finales disputadas, ante 6 equipos diferentes, repartidas 50/50 entre triunfos y derrotas. Y de las 12, la mitad se han definido por “pénales”, con 4 victorias y 2 derrotas. Bueno, ser subcampeón no es plena derrota, en tal caso, “perder es ganar un poco”.  

Curiosamente Junior lleva igual número de títulos de campeón que de subcampeón: diez. Y están repartidos igual: cuatro en la era de un solo campeonato al año y seis en la era actual de dos títulos anuales.

Ésta fue la tercera vez que Junior y DIM disputan una final. En 2016-1 ganó el Medellín y en 2018-2 Junior se desquitó. No hubo tiros desde el punto pénal en esas ocasiones. Ahora el Ju-Ju queda con paternidad sobre el DIM, 2 a 1. La derrota por “pénales” es más dolorosa, creo yo, porque el equipo perdedor ha llegado hasta acariciar el título. Pero Medellín tiene una experiencia aún más amarga con el Junior. Venga y se la cuento.

Sucedió en 1993, durante el último partido del cuadrangular final que disputaban Nacional, Medellín, América y Junior. En la última fecha Junior y DIM no se enfrentaron. DIM jugó con Nacional el duelo paisa y Junior contra el América de Cali. El poderoso DIM ganó el clásico mientras en Barranquilla el partido llegaba a los últimos segundos con un empate. El título era del Independiente Medellín. En el Atanasio Girardot los hinchas y jugadores rojos celebraban eufóricos. Pero ese era el Junior del Pibe Valderrama, Víctor Danilo Pacheco y Osvaldo Mackenzie. Faltando segundos para el final, el Pibe le hace un pase genial al Nene Mackenzie, éste elude al arquero y fulmina contra las redes. En el Atanasio les cayó la gota fría, la euforía se transformó en llanto, en un segundo la alegría se transmutó en tristeza. Junior ganaba su tercer campeonato después de 13 años de ayuno. Ché, así es el fútbol, como la Maestra Vida de Rubén Blades, que te da, te quita, te quita y te da. Maestra vida, camará.

@jsenior2020

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