Israel, Venezuela y la doble moral de la derecha

Más se demoró el presidente Petro en anunciar el rompimiento de relaciones diplomáticas con Israel, que las figuras más representativas de la derecha colombiana en salir a rasgarse las vestiduras.  El propio Iván Duque trinó en su cuenta de X que había sido una torpeza. Y, claro, las relaciones diplomáticas entre dos países no deberían romperse, pero si sucede, eso indica que alguno está haciendo mal las cosas. En el caso de Israel y Colombia, es claro que no es Petro el que está haciendo mal las cosas, sino Netanyahu.

La masacre al pueblo palestino ya lleva más de 34.000 víctimas mortales, de las que 14.000 son niños y casi 10.000, mujeres, y se estima que puede haber 10.000 personas más bajo los escombros. Aunque no es nueva, en menos de un año ha alcanzado dimensiones intolerables y debe detenerse ya; el mundo lo reclama. En ese propósito, no es la de Petro una voz solitaria. Por el contrario, basta ver la movilización de los estudiantes universitarios en Estados Unidos, incluidos los de algunas universidades de la Ivy League, así como las protestas ciudadanas en ciudades europeas como Bilbao, Pamplona, Berlín, Londres, Copenhague, Helsingborg (Suecia) y Viena, y hasta en la propia capital de Israel, Tel Aviv. Naciones Unidas por un lado, y Biden por otro, aunque tímidamente, le solicitaron a Israel “una pausa” en esta escalada genocida. Tampoco es Petro el primer jefe de Estado en romper relaciones con ese país, por ese mismo motivo. Es un imperativo moral de cualquier gobierno que como este defiende la vida, y que había dado largas al asunto desde que en octubre pasado llamara a su embajadora en ese país, Margarita Eliana Manjarrez.

Llama la atención que quienes más airadamente protestaron contra la decisión de Petro frente a Israel fueron los mismos que en su momento celebraron el rompimiento de relaciones con Venezuela que anunció el presidente Duque el 23 de febrero de 2019, durante su primer año de gobierno, y poco después, cuando este además reconociera a Juan Guaidó como el presidente legítimo de ese país y lo recibiera como jefe de Estado, una decisión que quedará como parte de la antología del ridículo nacional. El día antes había lanzado Duque su célebre vaticinio de que “a la dictadura de Maduro le queda muy pocas horas” y había comenzado la perorata del cerco diplomático. Eso, según Duque, no fue una torpeza, esas eran, por el contrario y en su criterio, las inteligentes y atinadas relaciones internacionales del gobierno anterior.

Y no nos llamemos a engaños, como socio comercial, Venezuela se lleva en los cuernos a Israel. En los listados de cualquier fuente, Venezuela se ubica en los primeros lugares en el intercambio comercial con Colombia, e Israel, varias decenas más abajo en la lista de países ordenados por el volumen de exportaciones o importaciones, con una participación que algunos estiman en el 1%. El Informe País Colombia, por ejemplo, elaborado en 2020 al parecer, por encargo del mismo gobierno, por la Agencia Vasca de Internacionalización (Basque Trade & Investment) y la Agencia Vasca de de Desarrollo Empresarial (Spri Taldea), ni siquiera menciona a Israel entre los numerosos socios comerciales de Colombia.

Venezuela, además, comparte con Colombia su historia, su cultura, su lengua y una frontera de más de1200 km. Eso, sin embargo, pareció no importar en 2019 para cerrar la frontera. Y no podemos dejar de lado otro elemento de análisis: es cierto que entre los países, como entre las personas, la vecindad es fuente de conflicto, razón por la cual en los últimos 25 años esas relaciones han sido un mal matrimonio: que si Granda, que si Carmona, que si Raúl Reyes, que si Guaidó, etc. Pequeñeces. El asunto es que por mucho menos se rompió esa relación diplomática y estuvo esa frontera cerrada tres años (2019-2022), con la afectación económica que conocemos.

La tecnología militar que Colombia importa puede ser reemplazada, por ejemplo, con EE. UU., principal aliado de Colombia en asuntos de defensa y seguridad. Mientras tanto, aún hay explicaciones pendientes por los 13 millones de dólares en efectivo que aparentemente salieron de Colombia hacia Israel por la compra ficticia del software Pegasus, e incluso por las actuaciones de Yair Klein, el más célebre israelí en Colombia. Son los dos negocios con Israel de mayor recordación en la memoria de cualquier colombiano.

En conclusión, sin Israel como aliado podemos sobrevivir, y pedir que pare el genocidio contra el pueblo palestino no es estar del lado del terrorismo ni en el “eje del mal” o “el lado incorrecto de la historia”, como repiten por ahí algunos. Es, simplemente, dejar atrás la doble moral que tradicionalmente ha caracterizado la política colombiana, ser coherente con la marca país “Potencia Mundial de la Vida”, usar el poder para lo que es.

@cuatrolenguas

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