Intervenir y purgar… ¡Ar!

Por GERMÁN AYALA OSORIO

La connivencia entre miembros de las Fuerzas Armadas con estructuras delincuenciales, paramilitares y narcotraficantes constituye el nudo gordiano que impide construir escenarios de paz en territorios donde la presencia del Estado se reduce a la presencia de militares.

Por estos días se conocieron los casos de dos generales del Ejército, Jorge Hernando Herrera y Leonardo Alfonso Barrero Gordillo, lo cual muestra con claridad el contubernio que de tiempo atrás se viene señalando desde sectores de poder político, incluyendo a medios que se atreven a publicar hechos delictivos o conductas anómalas de miembros activos de la institución castrense. El criminal alias ‘Otoniel’ está empezando a confirmar que efectivamente hubo operaciones conjuntas del Ejército con miembros de la estructura ilegal que este manejó por varios años.

Se suma a la negativa imagen que arrastra la institución armada, las conductas criminales de cientos de uniformados que participaron de la perversa práctica sistemática conocida como “falsos positivos” o “ejecuciones extrajudiciales”. Así las cosas, el país asiste a una profunda degradación moral de una parte importante de las tropas, aupada por conductas ignominiosas de la clase política y dirigente que no solo politizaron la operación de las Fuerzas Frmadas, sino que las han venido ‘privatizando’ para su uso particular.

Bajo esas circunstancias será muy difícil avanzar hacia la construcción y consolidación de escenarios de posconflicto en Colombia, pues la complicidad probada de unidades militares con estructuras narco-paramilitares y las que ellos mismos llaman los GAO, termina legitimando la violencia política y armada contra todos aquellos ciudadanos asumidos como “incómodos” para narcos, políticos, latifundistas y ganaderos: campesinos, afros e indígenas.

El país necesita con urgencia no solo una purga en la cúpula militar, sino la despolitización de las Fuerzas Armadas. El Centro Democrático (CD) es el gran responsable de la privatización y politización de batallones, pues la operación de esas unidades militares adoptó los (anti) valores que Uribe Vélez logró inocular en un mundo castrense que encontró en el expresidente no a un comandante sino a un patrón. Esto propició que generales y coroneles afianzaran sus relaciones con estructuras delincuenciales que le hacen el juego al modelo agro extractivo que se impuso en Colombia. Hablo de narcos y paramilitares.

Es de tal magnitud lo que sucede en las unidades castrenses, que los precandidatos no se atreven a hablar de purgas y mucho menos de procesos de revisión de las condiciones y requisitos con los que se ascienden a coroneles y generales. Como una rueda suelta, el Ejército Nacional se va consolidando como una fuerza institucional legal, pero ilegítima. Incluso, es posible que el carácter legal se empiece a erosionar cuando altos oficiales aceptan trabajar y operar de la mano de mafiosos y paramilitares. Borrar los límites entre lo moral y lo inmoral, entre lo correcto y lo incorrecto es una práctica política muy común de los directores y miembros de los partidos políticos, los mismos que dan los avales para el ascenso de altos oficiales.

Es urgente intervenir las unidades militares, ojalá con el acompañamiento de Naciones Unidas (ONU) y de sectores liberales de la academia. El país no le dio la dimensión que merecía a la desafortunada frase del entonces general Villegas: “si toca sicariar, sicariamos”. Huelga recordar en este punto, cuando los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) y el Cartel de Cali se aliaron con la Policía y el Ejército para ubicar al más grande asesino serial del mundo: Pablo Emilio Escobar Gaviria. 

Es tiempo de que la obediencia debida y la sumisión de las fuerzas armadas al poder civil se hagan bajo condiciones de admiración y respeto de los uniformados hacia los políticos. Si las cosas siguen como van, la construcción de una paz estable y duradera será una quimera, por el alto grado de degradación que hoy el país observa al interior de las FFAA.

@germanayalaosor

* Foto de portada, tomada de PluralidadZ

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