Por GERMÁN AYALA OSORIO
El registrador Alexander Vega, sobre quien reposan graves señalamientos de corrupción, en menos de un mes salió con dos pronunciamientos que dejan ver sin margen de duda que estamos ante un funcionario gris, fatuo y retador como el presidente Duque. Y, sobre todo, con un nulo sentido de lo que significa respetar la institucionalidad.
La primera de sus salidas en falso ocurrió cuando retó a un debate al director del DANE, porque entre las bases de datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil y del Departamento Nacional de Estadística existe una diferencia de 5 millones de colombianos. No sabemos si esos 5 millones están vivos o muertos, en razón a que los últimos también votan en Colombia.
Después de las críticas que recibió y de las suspicacias electorales que generó su desafío a Juan Daniel Oviedo, el arrogante funcionario reculó. Pero el daño a la institucionalidad ya estaba hecho, aumentando así la desconfianza ciudadana sobre la Registraduría, a la que se señala de incidir en las elecciones presidenciales, a favor de actores políticos afectos al régimen de poder. En la frase “después de las 4 vota la Registraduría”, confluyen las dudas que tienen los ciudadanos sobre la pulcritud de las elecciones en Colombia y los recuerdos de las inconsistencias que se produjeron en el registro de los votos en las presidenciales pasadas.
La segunda salida en falso de Alexander Vega ocurrió cuando afirmó que “sobre ese manto de dudas del fraude electoral, el que no sienta garantías o cree que le van a hacer fraude, no debería presentarse”. La provocadora frase tiene un único destinatario: la oposición. Lo más preocupante es que con ella ya sabemos que se negará a cualquier auditoría internacional que se propongan hacer, antes y durante las elecciones de 2022, al software y a los procedimientos que la Registraduría pondrá en marcha para realizar los escrutinios, una vez se cierren las votaciones en las jornadas electorales que se surtirán el año venidero.
Si hacemos una lectura cruzada de las dos salidas de Vega, no es difícil colegir que estamos ante un funcionario servil al régimen de poder, dispuesto a rechazar cualquier eventual requerimiento futuro de reconteo de votos o exigencia de garantías de transparencia. Y es así, porque Alexander Vega reduce la institucionalidad y la operación de la Registraduría Nacional a lo que le indican sus intereses, o los de sus jefes políticos.
Vega no es prenda de garantía para las elecciones de 2022. Ojalá los precandidatos presidenciales y esa parte del régimen a la que aún le pueda quedar algo de decoro y decencia, se unan para exigir una veeduría internacional y vigilancia local independiente, pues los 5 millones de cédulas que hay de desfase entre el DANE y la Registraduría son suficientes para sospechar que algo puede andar mal en el censo electoral.
Sobre el carácter retador de Vega, sobre su jactancia prepotente, solo se puede decir que cumple con el perfil de todo funcionario abyecto al régimen uribista.
@germanayalaosor