¿En qué se parecen Francia y Mockus?

Por JORGE SENIOR

Francia Márquez me recuerda a Antanas Mockus. En apariencia, no podrían ser más diferentes.  El uno un varón blanco europeo, la otra una mujer negra de la Colombia profunda.  Para no mencionar la edad. Pero ambos se posicionaron en ciertos círculos o sectores sociales de la sociedad colombiana, se acostumbraron a una audiencia particular y, de pronto, irrumpieron en la escena política con una audiencia muy amplia y diversa. Al dar sendos saltos, se produce un choque cultural.  El lenguaje verbal o de otro tipo que era eficaz en la comunicación con el sector de origen, se estrelló contra la más amplia diversidad cultural de un país de regiones y marcadas diferencias sociales.

Conectar con el país nacional no es fácil.  Antanas saltó a la fama gracias a un video que convirtió su trasero en el más conocido de la nación. Ese gesto, propio de culturas europeas y norteamericanas, carece de connotación sexual, pues más bien significa burla o desprecio, con sentido escatológico.  Para un colombiano común el gesto era incomprensible, pues parecía asociado a la homosexualidad, lo cual quedaba fuera de contexto en pleno debate de política educativa en la Universidad Nacional. Con otras actuaciones comunicativas, que para los colombianos resultaban excéntricas, Mockus logró superar la extrañeza de los receptores.  Así los colombianos, en especial los bogotanos, lo asumieron como un personaje excéntrico, un extranjero intelectual un tanto estrafalario que con sus simpáticas locuras -como casarse dentro de un circo- despertaba curiosidad y atraía a las multitudes.

Pero Mockus no era un cascarón vacío.  El matemático tenía una filosofía y un ideal pedagógico que se dispuso a experimentar en la política.  La paradoja es que cuando Antanas hablaba, por ejemplo en una entrevista, resultaba difícil de entender para la mayoría de la gente.  No obstante, producía un extraño efecto comunicativo. Sus expresiones enrevesadas, que a veces eran vistas como galimatías, llegaron a convertirse en materia de chistes y caricaturas.  Y sin embargo, persuadía con su discurso de cultura ciudadana.  Al fin y al cabo, el ejercicio político en etapa electoral es, en su sana esencia, el arte de la persuasión.  Y a Mockus le fue bien en Bogotá, elegido dos veces en el ejecutivo de la capital y con una altísima votación para el senado en otra ocasión. 

Sin embargo, en la campaña a la presidencia de 2010 Mockus alcanzó su nivel de incompetencia.  Su paradoja comunicativa no funcionó tan bien en el nivel nacional.  Nunca conectó con el país periférico.  En esas elecciones de 2010 no sólo fue triplicado en votos por Juan Manuel Santos, sino que perdió con Gustavo Petro en toda la Costa Caribe.  El extranjero Mockus logró encajar en Bogotá, pero nunca entendió la cultura caribeña.  Unos años después, su Corporación Visionarios logró un jugoso contrato con la Alcaldía de Barranquilla para trabajar la cultura ciudadana y todo terminó en un fracaso total. 

Algo similar acaba de vivir Alejandro Gaviria, “el de las ideas”. La recepción que tenía como rector de la Universidad de los Andes y como ateo intelectual, autor de libros reflexivos sobre la vida y la muerte, no se tradujo en votos.  La política no es precisamente el escenario de la racionalidad.  Allí pesan más otros factores: las emociones, los sentimientos, la empatía, la conexión comunicativa.  Y los intereses y valores, por supuesto.  No olvidemos que Colombia ha sido un país conservador, paternalista, premoderno, de pensamiento mágico religioso.  Como dijimos en otra columna, la racionalidad es un lujo.  Pero Colombia está evolucionando.

Francia Márquez ha sido un tsunami publicitario. En medios y redes ha sido la más mentada.

Francia Márquez es el ejemplo de la Colombia que está cambiando.  El fenómeno político de Gustavo Petro, que ha revolcado el escenario político colombiano, creó el espacio para la irrupción de otras figuras.  Muestra de ello es una bancada de 50 congresistas arrastrados por la locomotora petrista en lista cerrada.  En ese nicho político denominado Pacto Histórico irrumpió Francia con fuerza propia. El 13 de marzo logró la hazaña inesperada de derrotar a Sergio Fajardo, quien quedó noqueado, tendido en la lona electoral.  Ella generó un hecho político que prácticamente la impuso como fórmula vicepresidencial (un acierto para la cohesión de la fuerza progresista, un error desde el ángulo de los cálculos políticos dirigidos a sumar votos).

Esta semana Francia Márquez ha sido un tsunami publicitario. En medios y redes ha sido la más mentada. ¿Sabían ustedes que hay otros cuatro candidatos a vicepresidencia de origen afro?  Los opacó por completo.  Hasta la revista innombrable le dio portada.  Pero no todos los comentarios han sido amables. Su presencia pública ha logrado poner en evidencia el clasismo y racismo soterrados que permean a la sociedad colombiana. 

Muchos de esos ataques se centraron en su forma de hablar: “los nadies y las nadies”, “las mayoras”, “los hombres que abortan”.  Desde su prejuicio, muchos colombianos interpretaron tales expresiones como “ignorancia”, “falta de cultura”, “no sabe hablar”.  Pero no hay tal.  Se trata, una vez más, de un choque cultural. Un poema de Eduardo Galeano sobre los excluidos, los ninguneados, inspira la expresión “los nadies”.  La raigambre ancestral fundamenta la expresión “las mayoras”, reconocida por la Real Academia en ese contexto.  Algunos feminismos, como se sabe, reivindican el “lenguaje incluyente”, tema discutible que, en todo caso, no tiene nada que ver con “falta de cultura”.  Y en el contexto del debate sobre la interrupción del embarazo se utiliza una analogía con el hombre que “aborta” su paternidad.

Al igual que en la Ola Verde de 2010 salíamos a defender a Mockus, traduciendo o aclarando sus expresiones, ahora nos sucede lo mismo con Francia, de ahí la primera frase de esta columna: Francia me recuerda a Mockus.  Pero hay un parecido aún más profundo: en los discursos de Antanas y Francia hay una propuesta ética.  El kantiano profesor nos da luces desde la Ilustración, y la luchadora ambientalista nos habla de la potencia de la vida desde la dolorosa realidad latinoamericana. Nos recuerda que “Soy porque somos”.  Vale anudar las dos fuentes para completar la tarea inconclusa de Gaitán: la restauración moral de la República. 

Aquí y ahora.

@jsenior2020

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