“El teletrabajo trajo mayor carga laboral a las mujeres”: Cecilia López

Detrás de la pandemia y el confinamiento está el cuidado no remunerado que hicieron las mujeres atendiendo en casa a la mayoría de los contagiados. Pero no se quedaron allí, además se responsabilizaron de otra importante tarea que se hacía fuera de ese hogar: la educación de los hijos. Mientras muchas de ellas también trabajan, todas han respondido a una mayor carga para garantizar la calidad de vida de una familia confinada.

Por trabajo no remunerado se entienden las actividades que realizan las mujeres en el hogar, pero que podrían ser realizados por terceros. En este contexto, el cuidado de los enfermos ha sido el gran protagonista de la pandemia en Colombia y en el mundo.

Sobre este hecho el Centro de Investigación Social y Económica (CiSoe) y la Fundación Friedrich Ebert para Colombia presentaron una encuesta en la que se establece que de las mujeres que trabajaban (60%) el 74% pudo mantener su situación laboral, 22,5 lo perdió, y 3.5% renunció. Vea aquí el análisis de la encuesta hecho por la exministra Cecilia López Montaño

En síntesis, los resultados de la Encuesta Fescol ratifican que durante el confinamiento las mujeres han sido laboralmente más activas que los hombres, con un peso enorme en horas trabajadas, y una situación de ingresos nada fácil. Igualmente se enfrentan a mayores riesgos de perder su empleo —cuando se subvalora su labor—, y prueba de ello es que en medio de la crisis son quienes más han salido del mercado laboral.

Ahora bien, de acuerdo al estudio, es innegable que el teletrabajo llegó para quedarse y es el nuevo normal de un mundo en pandemia. Las mujeres encuestadas confirman esta realidad porque el 80.1% ahora trabaja desde su hogar.

Sin embargo, también hay una cara negativa del teletrabajo que obligó a las mujeres a adaptarse muy rápidamente a una mayor carga y tiempo laboral, a nuevas tecnologías, a la fusión de ambientes que tenían espacios propios e independientes, y a una convivencia constante con la familia y sus particulares demandas. Por otro lado, tampoco es fácil para las que perdieron su empleo, y por ende sus ingresos, pues debieron reencontrarse con todas las tareas del hogar, demandas de su familia, en medio de su vacío laboral.

“Las mujeres que trabajan han tenido que hacer los mayores ajustes en su vida cotidiana, no solo en tiempo laboral sino en actividades que antes no hacían. Además, perdieron ese espacio lejos de la dinámica del hogar, donde trabajan e interactúan socialmente. Sin duda, las mujeres que no trabajan también perdieron un poco de libertad y de espacios sociales, pero no tuvieron que enfrentar ajustes tan drásticos”, asegura la economista Cecilia López, quien lideró el estudio.

El resultado final de la situación laboral de todas las encuestadas en medio de este confinamiento, es que definitivamente cambió sus índices de ocupación. Hoy solo el 49.9% de ellas tiene un empleo y el 50.1% debe ocuparse en otras actividades que incluyen buscar empleo. Lo que todas tienen en común es una carga adicional de cuidado no remunerado.

Durante el confinamiento, para el 49.1% de las encuestadas su carga laboral aumentó 2 horas 42 minutos frente a las usualmente trabajadas. A pesar de que ese incremento parece menor, la verdad es que si se trabajaban 9 horas diarias en la oficina, estas se convierten en 11 horas, 42 minutos en el hogar; definitivamente, una jornada laboral muy larga.

Para quienes disminuyeron sus horas laborales (23.1%) a 4 horas y 30 minutos diarios este cambio implica una jornada laboral de medio tiempo. Al comparar la reducción de ingresos de las mujeres con la de tiempo laboral, queda en evidencia que les pagaron menos al 10% de las mujeres que trabajaron igual o más horas.

Una de las explicaciones para el aumento de tiempo en el trabajo puede ser que la reducción generalizada de nóminas se tradujo en que aquellas mujeres que pudieron conservar su empleo tuvieron que asumir responsabilidades de quienes lo perdieron. Otra posibilidad es que mientras el teletrabajo amplió la jornada laboral al eliminar factores propios del trabajo —tiempo de transporte, de almuerzo, y otro tipo de reuniones—, el cuidado no remunerado interrumpió indiscriminadamente ese tiempo. El conflicto entre el tiempo remunerado y no remunerado bajo el mismo techo forzó jornadas más largas para cumplir con las metas laborales.

Adicionalmente, para quienes tienen hijos, el cierre de instituciones educativas obligatoriamente aumentó la carga de cuidado no remunerado, durante las mismas horas tradicionalmente dedicadas al trabajo remunerado. Esto disminuye su productividad, y por lo tanto, para cumplir con la carga laboral debieron extender la jornada de manera que no compitiera con la educación de sus hijos. Lo más probable es que las tres explicaciones se den simultáneamente.

El hogar, ese espacio que muchos consideran un santuario, su sitio de descanso lejos del estrés de la actividad laboral, donde la familia se reencontraba al final del día para compartir la vida, entró en caos con la llegada del Covid-19 y el confinamiento.

No se trata solo del efecto psicológico de estar 24 horas del día con todos los miembros del hogar, sino del alterar el orden de la actividad misma de esos miembros que se traduce en un desbordamiento de la demanda de cuidado del hogar. Mientras antes existía una rutina con asignación de labores —de duración limitada—, hoy la constante permanencia en el hogar las volvió repetitivas en acción y tiempo.

Este tipo de cuidado a su hogar lo hacen el 98.3% de las mujeres, trabajen o no, tengan hijos o no, haya enfermos o no . Pese a que este incluye múltiples ocupaciones —cada una con distinta duración— y algunas se pueden hacer durante el mismo período de tiempo, y a que no todos los oficios se realizan diariamente, en teoría, la mujer podría tener algún tipo de flexibilidad. Pero eso era antes del confinamiento.

Todo el estudio y la ficha técnica de la encuesta la puede encontrar aquí.

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