El mal ejemplo comienza por casa

Por PUNO ARDILA

—No es posible que la contaminación por ruido y basuras esté acabando con la sociedad y las autoridades no se manifiesten a favor de los derechos, a favor de la cultura, a favor del medio ambiente —exclamó aterrorizada doña Nati, siempre tan dispuesta y a favor de la convivencia.

—¡Cómo que no! — respondió de inmediato Osquítar—; fíjese que aquí en Bucaramanga, por ejemplo, se nota el control de la Policía y las autoridades en Cuadra Play. Lo que pasa es que los ciudadanos a veces se salen de control.

—Pues si usted lo ve con cuidado, son precisamente los representantes de la autoridad los que transgreden las normas, transitan por los andenes, transportan personal en el platón de las camionetas, cierran las vías públicas y forman el trancón —insistió doña Nati.

—Estoy de acuerdo con ustedes dos, doña Nati y Osquítar —dijo el ilustre profesor Gregorio Montebell—, porque las fuerzas oficiales actúan frente al desorden, o por lo menos lo intentan, o así puede apreciarse en algunas oportunidades, pero el problema tiene más fondo, porque lo que se intenta es aplicar pañitos de agua tibia a una situación de convivencia que surge por dos factores clave: por un lado, la falta de formación mínima en valores, puesto que la esencia de la familia ya no existe, sumado a la educación paupérrima con que se intenta desasnar a los colombianos; y, por otro lado, la enorme corrupción que desangra a este país en todas las instancias, y por eso vemos que, a pesar de las normas y las leyes contra el bochinche, existen espacios como Cuadra Play y jornadas de Olímpica en los parques y conciertos enloquecedores… Todo con permiso oficial. No hay que contaminar, pero es la “autoridad” la primera que contamina.

Sí, la corrupción y la falta de acción de las autoridades frente al delito son factores importantes que influyen en la situación caótica de las ciudades —interrumpió el profesor Bernardino—. La corrupción implica el uso indebido de recursos públicos y la toma de decisiones que favorecen intereses privados en detrimento del bien común, lo que puede llevar a la falta de inversión en infraestructuras necesarias para el funcionamiento de las ciudades y el deterioro de los servicios públicos. Además, la corrupción puede implicar la falta de sanciones a quienes violan la ley, lo que perpetúa la impunidad y el aumento de la delincuencia. Por otro lado, la falta de reacción de las autoridades frente al delito puede generar un ambiente de impunidad y de inseguridad en las ciudades, lo que a su vez puede afectar la calidad de vida de los ciudadanos y el desarrollo económico. Si las autoridades no actúan de manera eficiente y eficaz para prevenir y combatir el delito, las personas pueden sentirse desprotegidas y buscar alternativas para protegerse a sí mismas, lo que puede generar mayor violencia y delincuencia. En conclusión, la corrupción y la falta de acción de las autoridades frente al delito son factores que pueden influir negativamente en la situación caótica de las ciudades, por lo que es importante que se tomen medidas para combatir estos problemas y promover un ambiente de respeto a la ley y el bien común.

Es la enseñanza de «el que peca y va a misa empata» —concluyó el profesor Montebell—, que viene con las Iglesias desde tiempos inmemoriales: si cometió pecados, pague diezmo, compre una bula o done generosamente para el templo o el nuevo automóvil parroquial, y no se afane, que en el más allá se le perdonan los crímenes del más acá.

@PunoArdila

(Ampliado de Vanguardia)

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