El Festival Vallenato “tiene sus páginas malas”

Por VÍCTOR AHUMADA*

A Henry y Ricardo de la Cruz Barros y Pedro Ahumada

Acaba de terminar la edición quincuagésima sexta del Festival Vallenato. Desde su inicio, en el año 68, este no ha escapado a la inconformidad. Han sido varias las ediciones en las que entre el público y los participantes ha quedado un sinsabor, debido a las decisiones tomadas por los organizadores o los jurados de dicho evento. En ocasiones el pueblo ripostó, reclamó, incluso se levantó contra esas decisiones.

De la primera edición se conoce, por ejemplo, que la corona de Rey Vallenato no iba a adornar la cabeza de Alejo Durán, sino la del viejo Emiliano Zuleta Baquero, porque era el acordeonero representativo de esa región y el que tenía los afectos de Consuelo Araújo y Rafael Escalona. Además, Zuleta Baquero era nada más y nada menos que el compositor de ‘La gota fría’, pieza central de la piquería vallenata.

A pesar de lo anterior, la corona cae sobre Durán: es el pueblo el que lo impone. Con su testamento cantado, ‘Mi pedazo de acordeón’, y con un lamento inmortal, ‘Alicia Adorada’, el acordeonero del Paso (Cesar) dio un flechazo rotundo en el alma popular. Tan rotundo fue que, varios años después, cuando resultó ganador Nicolás ‘Colacho’ Mendoza en el Rey de Reyes y no Alejo, la gente armó un lío tan de padre y señor mío, que al pobre Colacho lo tuvieron que esconder. Esto ocurrió varias veces con otros acordeoneros: Luis Enrique Martínez, el homenajeado en la actual edición, Andrés Landero (por eso “La hamaca grande” no deja de ser un reclamo, me decía mi amigo Samuel Whelpley), Juancho Polo Valencia, Juancho Rois, Alberto ‘Beto’ Rada, etc. Muchos de estos acordeoneros eran los favoritos de la gente, pero terminaban relegados debido a los padrinazgos que los otros tenían dentro de la organización del Festival.

Se sabe por ejemplo que hasta Gabriel García Márquez metió mano en una de esas decisiones: en la edición del año 83 Julio Rojas, de quien no se debe negar que era un acordeonero de talento, resultó ganador por encima de Orangel ‘El Pangue’ Maestre, Nafer Durán, Emilio Oviedo, Egidio Cuadrado y Ovidio Granados. Rojas después se convertiría en el acordeonero preferido del escritor. Tanto que en alguna ocasión le dijo: “No te me acerques mucho, porque qué tal que ganes y después digan que te di el premio por ser un Buendía”. A buen entendedor, pocas palabras.

Foto tomada en Estocolmo con motivo de la entrega del Nobel en 1982. Muestra a Pedro García (guacharaca), Pablo López (caja), Poncho Zuleta, Rafael Escalona, García Márquez y Emiliano Zuleta, quien toca el acordeón

Ante tantos antecedentes, la gente empezó a sentirse inconforme y a desconfiar del evento. Estas sensaciones fueron recogidas en canciones contra el Festival. Muchas de ellas son una afrenta directa a sus organizadores, otras son una defensa a distintas manifestaciones culturales, o un recuento histórico de personajes icónicos que ayudaron a fomentar esa música que hoy se conoce como Vallenato, o son canciones llenas de sátiras e irreverencias que comparan al Festival Vallenato con un libro mal escrito. Aquí, algunas de esas canciones:

1. Festival Vallenato, de Luis Francisco ‘Geño’ Mendoza

Esta canción a mi juicio es la más significativa, por ser muy clara. En ella su compositor, oriundo de Fonseca (Guajira) y pariente del legendario Luis Pitre, le reclama de manera categórica a Rafel Escalona por los aires elitistas que estaba tomando el Festival (“el folclor es del campo”, le dice en un verso). También reclama que le hayan dado la corona a un barranquillero, Alberto Pacheco, y no a Luis Enrique Martínez, figura central en la ejecución del acordeón, quien muchas veces fue maltratado e ignorado.

2. El festival, de Armando Zabaleta

En esta composición el hombre que “componiendo se respeta”, como expresara Leandro Díaz en una canción, enfila dardos contra Rafael Escalona y Consuelo Araújo por no darle el premio a Luis Enrique Martínez. De igual manera, Zabaleta se solidariza con ‘El pollo Vallenato’ y afirma: “que no va más al Festival hasta que sea organizado por Consuelo, porque ellos quieren acabar con el prestigio de los músicos buenos”.

3. El engaño, de Adolfo Rafael Pacheco Anillo

Haciendo gala del sentido reflexivo y crítico que caracterizó a Adolfo, en esta composición se denuncian las relaciones entre el periodismo (“la prensa nacional con su boca de feroz dragón”), el poder político y la intelectualidad (García Márquez y Cien años de soledad) para armar un relato que gire en torno a la Leyenda Vallenata y deje por fuera a las demás manifestaciones culturales. Esta canción es también, sin duda, una férrea defensa de Adolfo a la cultura de los Montes de María.

4. Adiós festival, de Gilberto Alejandro Durán Díaz

Su solo título da cuenta del contenido de la canción: Alejo Durán, cansado de ires y venires, decide poner fin a su etapa festivalera. Por ello, expresa que “cuando tratan de enterrarme es cuando más famoso soy”. Sabiéndose merecedor del eterno cariño de la gente, el juglar se despide “hombe, adiós festival, ya tu a mí no me necesitas”.

5. Documental guajiro, de Carlos Huertas Gómez

Carlos Huertas es sin duda uno de los cinco compositores más grandes de la música vallenata. Esto lo confirman sus canciones y sus aptitudes como músico: además de sones, merengues y paseos, era capaz de componer boleros, bambucos, pasillos. Pocos tienen esa capacidad. Como hombre de gran talento y sensibilidad, tampoco podía ser ajeno a lo que pasaba con la música vallenata que tanto quería. Es por eso que en esta canción, Huertas, mortificado por las imposiciones de Consuelo, hace una exposición musical de los artistas guajiros que han hecho un aporte a la música vallenata. Desde Máximo Móvil, pasando por Leandro Díaz y terminando con ‘Francisco el hombre’, Huertas reclama un festival para La Guajira, un festival que premie el talento y no el padrinazgo. Con esto se evita “mortificar a Consuelo”.

6. Lo dijo Juancho, de Juan Manuel Polo Cervantes

El maestro y amigo Adrián Villamizar suele decir que Juancho Polo es “el Dalí del vallenato”. Y hay mucho de cierto. Juancho Polo en cuestiones vallenatas hizo lo que le dio la gana, nunca siguió un patrón. Siempre fue a contracorriente. Se sabe que Juancho Polo participó del Festival Vallenato. Cuenta el periodista Santiago Calderón Díaz que en alguna ocasión fue descalificado por llegar tarde al concurso; cuando le preguntaron a qué se debió su tardanza, respondió que “estaba buscando el lucero espiritual con el astronauta”. Luego, al mismo Calderón Díaz le contó que en realidad él no quería participar en el Festival por “la maldición de Escalona”. Vemos pues que el nombre del maestro Rafael Escalona siempre andaba en medio de la discordia.

Respecto a la canción de Juancho Polo para el Festival Vallenato, esta es una puya llena de sorna que se va lanza en ristre contra el evento. Lo primero que hace aquí Valencia es presentarse como una autoridad en materia del acordeón (“Yo soy el hombre que puedo regañá a los otros hombres/ con mi fama y mi renombre yo a nadie le tengo miedo”) al retar a todos los acordeoneros. Luego, para afianzar su diatriba, sacrílegamente ataca a la máxima figura de la simbología vallenata: ‘Francisco el hombre’. Por eso dice: “Toco bien el vallenato/ yo tengo fama y renombre/ póngale cuidado a Juancho/ ¿dónde está Francisco el hombre?”. Por último, como si lo anterior no bastara, se despacha con una crítica demoledora y perfecta: “Ese libro vallenato tiene su página mala/ me puse a leerlo un rato y en partes no dice nada”. El verso anterior, como vemos, es muy diciente. Juancho Polo sabía perfectamente que, si algo constituye el Festival de la Leyenda Vallenata, es un libro sobre el folclor. Sin embargo, para Juancho, ese libro estaba mal escrito, pues eran muchos los reparos que se habían presentado a sus páginas desde su creación.

* Víctor Ahumada es licenciado en Ciencias Sociales y Promotor de Lectura. Ha colaborado en medios como El Espectador, La Cháchara y la revista Atarraya Cultural, de la Universidad del Magdalena. Hace parte del colectivo Esquina Literaria.

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