El efecto Mariposa y la paz

Por FREDDY SÁNCHEZ CABALLERO

La teoría aristotélica según la cual toda causa o acción tiene sus consecuencias, parece no aplicarse a la hora de hablar de Cuba, del proceso de paz o de los pueblos que en buena hora deciden enrutar su destino hacia un puerto progresista, pacífico. La concepción clásica de la causalidad entró en crisis y todos los males de estos gobiernos alternativos se deben al caos generado por sus políticas impracticables, y a lo azaroso de sus decisiones sin atenuantes.

Cualquier fracaso se atribuye a la ineptitud de sus gobernantes, desconociendo de paso las injerencias propias y los palos en la carreta. Simultáneamente, los triunfos de estos pueblos son explicados desde el azar, olvidando que también el azar tiene una forma de orden. Si nos atenemos a esos dos casos, y nos acogemos a la concepción medieval de dicha teoría a la luz de Santo Tomás, y partimos de la eventualidad de que la causa primera es la causa por excelencia, en Colombia el hecho primordial era la paz, y en el caso cubano tendríamos que remitirnos a la libertad, el final de la dictadura de Batista, que había hecho de la isla el prostíbulo de los norteamericanos.

“Nunca sabremos qué habría sido del proceso de paz de nuestro país si un gobierno diferente al actual hubiese impulsado lo pactado en La Habana”.

La humillante derrota propinada por los cubanos a la CIA en Bahía Cochinos hizo que Estados Unidos tomara una decisión perversa contra el naciente Estado libre: el “embargo financiero”, que a su vez empujó a la isla hacia el bloque soviético. El resto es historia. Las cosas iban bien hasta la caída del muro de Berlín. Sin contrapesos mundiales, el bloqueo económico se intensificó, y lo que en adelante hemos visto es el resultado de dicho acto unilateral, violador de convenios internacionales y de cuanto derecho humano existe. Lo que sigue es “goebbeliano”, todo el aparato propagandístico del capitalismo al servicio de una gran mentira que se sigue repitiendo hasta la saciedad.

La teoría del caos adoptó el proverbio Tao, según el cual, el aleteo de una mariposa puede provocar una tormenta al otro lado del mar. Lo que en política equivale a que pequeñas variaciones al inicio de un proceso pueden provocar resultados sorprendentes e inesperados. Y eso lo sabía USA desde que Edward Lorenz promulgó dicha teoría al comienzo de los años 60. Cualquier perturbación en la planeación económica de un país inestable puede llevarlo a la debacle. Desde luego, Estados Unidos no se conformaría con un aleteo de mariposa: a los fallidos intentos de asesinar a Castro sumó la sanción económica a los países que interactuaran con la isla, la prohibición de vuelos comerciales, el veto a los hoteles estatales y la persecución a las empresas o intercambios comerciales de cualquier orden. Según el último informe, las pérdidas totales causadas por dicho bloqueo genocida desde 1962 hasta 2020 sobrepasan el billón de dólares, causando estragos en una economía tan pequeña como la del país caribeño.

Desconocer la correlación causa efecto entre dicho embargo y el resultado final de la pobreza a que ha sido llevada la isla, es cínico. Otra cosa sería si dicho resultado hubiese sido la consecuencia de su libre albedrío, y no como resultado de ese sometimiento genocida, impulsado desde el norte. Es claro que de no mediar dicho bloqueo, Cuba sería hoy potencia mundial en todos los ámbitos. Pero eso no lo sabremos, como tampoco sabremos qué habría sido del proceso de paz de nuestro país si un gobierno diferente al actual hubiese impulsado lo pactado en la Habana; cuántas vidas se hubiesen podido salvar. Cuánta tranquilidad.

En el entrampamiento contra el proceso de paz denunciado esta semana por cuatro senadores, ocurre algo semejante; no ha pasado un año y ya existe la tendencia a olvidar la causa del retorno al monte de Santrich y su gente. Es claro que no son unas mansas palomas, y nadie está aquí para defenderlos. No obstante, toda causa tiene su efecto. Los acusan de traidores, de mafiosos, de cobardes, pero ellos conocen la historia, prefieren exponer sus vidas en un terreno conocido, a sabiendas de que una bala los espera en el monte pero es preferible a podrirse encerrados en una celda, víctimas de ese aparato criminal en que Néstor Humberto Martínez convirtió la fiscalía, y una prensa que pregona a diario su culpabilidad y su infamia sin cuestionarse.

Como consecuencia de ese acto demencial del fiscal, quien dicho sea de paso no convenció a nadie del suicidio con cianuro de los testigos de Odebrecht, la paz se tambalea entre los hechos desprendidos de ese acto disparatado, y los supuestos causados por la incertidumbre de no saber lo que hubiese pasado. El gobierno, posible cerebro de la operación, ha aprovechado la artimaña para dar cumplimiento a una de sus fatídicas promesas de campaña: hacer trizas la paz. Es decir, asesinar líderes campesinos con la impronta de las disidencias, negarse a devolver las tierras robadas a los reclamantes y justificar el abultado presupuesto para la guerra.

Haciendo un pequeño ejercicio de clarividencia, de no mediar el embargo contra Cuba, no es temerario prever la prosperidad del pueblo cubano en su corta historia de Independencia, como tampoco el éxito del proceso de paz que se firmó en la Habana con las FARC, de no existir la mala fe exhibida por el exfiscal y el actual gobierno colombiano. Si todo va como va, y por desgracia volvieran a ganar como consecuencia de la venta de humo y miedo, es fácil saber cuáles serán sus conclusiones: “El gobierno cumplió. Santos metió al país en una farsa, las FARC nos engañaron, nunca tuvieron real voluntad de paz”.

El principio de indeterminación de Heisenberg sostiene que todo es incierto y supone que si la materia es dinámica, esto la hace impredecible. Si aceptamos de igual forma que la política es cambiante, quiere decir que al medir un aspecto, introduciendo elementos extraños como una ficción, una videograbadora o 5 kilos de coca para obtener un resultado, no podemos hacerlo sin alterar otros. Hemos de tener en cuenta tanto lo que observamos como lo que no, lo que oímos, lo que inventamos, y tal vez como en el efecto mariposa, para Néstor Humberto Martínez esos pequeños movimientos deben tener consecuencias, y pueden acabar generándole una tormenta al otro lado del mar.

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