Por JORGE SENIOR
El conflicto en el territorio palestino está en el orden del día de la atención global por un nuevo episodio de crisis. Una pugna geopolítica y étnico-religiosa que no empezó con la incursión militar de Hamas el pasado 7 octubre, sino que tiene una larga historia de décadas, desde la posguerra mundial y más atrás, con antecedentes desde el siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Pocos años después de la finalización de la Gran Guerra en 1918, cuando el Imperio Otomano perdió los territorios que dominaba en el Medio Oriente y las potencias occidentales se lo repartieron con un mandato británico y otro francés, Palestina recibió un extraordinario visitante: nada menos que Albert Einstein, el sabio judío de 43 años que acaba de saltar a la fama internacional. Dicha visita transcurrió del 2 al 14 de febrero de 1923. El 8 de febrero fue proclamado el primer ciudadano honorario de Tel Aviv. Einstein había ido a reunirse con la comunidad judía de Palestina, así como lo haría con comunidades judías de muchos otros lugares del mundo durante los años 20.
Al cumplirse un siglo en este año de esa única visita de Einstein a Palestina y en el contexto de un conflicto agudizado por estos días, vale preguntarse cuál fue la relación de Albert Einstein con el sionismo a lo largo de su vida.
Einstein nació en 1879 en el pueblito de Ulm, a la ribera del río Donau, en el Reino de Würtemberg, suroeste del Imperio Alemán. Hijo mayor de una pareja de judíos asimilados, no practicantes de la religión hebrea, presuntamente ateos. Su familia pronto se mudó a Munich. A los 12 años tuvo un período de intensa religiosidad, que sólo duró unos meses, hasta que encontró la geometría de Euclides como nueva pasión. Su preparación para el Bar Mitzvah no concluyó y nunca celebró ese rito judío.
Cuando la familia se trasladó a Italia por razones económicas, el joven Albert se quedó en Munich y con apenas 15 años empieza a tomar decisiones autónomas sobre su vida. Una de ellas fue salirse del colegio y la otra fue renunciar a la nacionalidad alemana. El adolescente aborrecía la educación autoritaria, el militarismo alemán y para nada quería prestar el servicio militar. Durante cinco años fue apátrida, hasta que obtuvo la nacionalidad suiza en 1901.
En la breve narración anterior se observan varios rasgos sobresalientes de Einstein: autonomía e independencia de criterio, enemigo de la autoridad y del nacionalismo, distancia de la religión (ver aquí), inagotable pasión por la ciencia. Nada parece presagiar que al final de su vida llegara a escribir: “mi relación con el pueblo judío ha sido el más fuerte de mis vínculos humanos”. Una afirmación que hace parte de su carta rechazando la Presidencia de Israel en 1952.
¿De dónde nace entonces su fuerte identidad judía? Surge de su vivencia en Berlín, una experiencia que abarca el período 1914 – 1932, es decir, desde el inicio de la primera guerra mundial hasta la llegada de Hitler al poder por vía electoral.
Einstein revolucionó la física en tres campos diferentes en 1905 -el año maravilloso- con apenas 26 años. A partir de ahí su carrera despega, no sin dificultades, pero cuando llega a Berlín en 1914 ya es un físico de primer nivel. Y como si fuera poco, en menos de dos años logra una de las mayores hazañas intelectuales de la historia: una nueva teoría de la gravedad, la Relatividad General. En Berlín su recuperación de la nacionalidad alemana es un resultado implícito y un tanto ambiguo de su contrato, no algo formalizado, mientras que mantiene su nacionalidad y pasaporte suizo, con el cual viaja.
Durante la guerra y a pesar de su intenso trabajo, Einstein ejerce un activismo sosegado pero firme a favor del pacifismo y en la posguerra a favor del desarme, siempre en contra del armamentismo. Terminada la guerra, el antisemitismo empieza a desbordarse en Alemania. Einstein lo vivió en carne propia. Como judío en situación privilegiada, siente la necesidad de solidarizarse con “su pueblo”, con “su tribu”, que la están pasando mal. Pero también le repugna la actitud de judíos alemanes asimilacionistas, que tratan de mimetizarse en la sociedad alemana y se creen superiores a los judíos de Europa Oriental que vienen huyendo de los pogromos, las persecuciones antisemitas. Él considera que eso es indigno, lo cual no deja de ser curioso si recordamos que sus padres eran ese tipo de judíos.
La mirada del otro nos determina. Einstein explica que los judíos se autopercibían como una comunidad religiosa en el siglo XIX, pero que el antisemitismo genera una identidad étnica, racial, como un pueblo extranjero, aunque provenga de varias generaciones en Alemania. La respuesta dialéctica es el ascenso del sionismo, un movimiento identitario de resistencia surgido a finales del siglo XIX.
En 1919 pasan muchas cosas en su vida. Se divorcia, se vuelve a casar, la predicción de su teoría se confirma en mediciones de astrónomos ingleses, la prensa de Londres y New York convierten al físico en una superestrella de fama mundial. Empieza la leyenda del gran genio. Kurt Blumenfeld, líder del sionismo, logra sonsacar la colaboración de Einstein para el proyecto de una Universidad Hebrea en Jerusalem, que el científico acoge con entusiasmo. En 1921 Einstein se embarca con Chaim Weizmann, otro líder sionista y quien será el primer presidente de Israel, en un viaje a Estados Unidos a recoger fondos. La recepción es multitudinaria en las ciudades norteamericanas, un fenómeno de masas sin precedentes.
Einstein, el pacifista, se vio impelido a escribir una carta a Roosevelt en 1939 sobre las posibilidades de una nueva arma con energía nuclear, para ganarle la carrera a los nazis. De modo similar, Einstein el antinacionalista y humanista, asumió cada vez más la identidad judía como pueblo, con un sentido moral, pero colaboró con el movimiento sionista que entendía esa identidad de un modo nacionalista. En octubre de 1919 le escribió al físico Paul Epstein: “uno puede tener una mentalidad internacionalista sin perder la preocupación por los miembros de la tribu”.
Einstein nunca perdió su independencia. En su momento chocó con las visiones militaristas y nacionalistas en el sionismo: no estaba de acuerdo con un Estado nacional judío. El mismo día del “bogotazo” en Colombia, 9 abril de 1948, colonos judíos cometieron la masacre de Deir Yassín; Einstein calificó de “criminales” y “bandas terroristas” a sus autores. Su visión utópica de hogar judío en Oriente Medio era un acuerdo árabe-judío por la independencia de Palestina frente al mandato británico, un Estado plurinacional de convivencia entre diversos grupos humanos. Su mayor temor era que sucediera una guerra intestina entre pueblos hermanos, una vorágine de violencia. Sin embargo, en 1948, tras los horrores del Holocausto, terminó aceptando la realidad del nuevo Estado de Israel. Se equivocó en su ingenuidad, pues sus peores temores se convirtieron en realidad en las siguientes décadas. Hasta hoy.