Por OLGA GAYÓN/Fez
No se sabe qué impacta más: si los recovecos que hay que atravesar en la medina de Fez desde que entras a ella por la Puerta Azul hasta llegar a la curtiduría de Chowara, el olor nauseabundo que expele el tratamiento de las pieles, o el increíble espectáculo para los sentidos que te proporciona el mirar desde una terraza los recipientes en los que las pieles de cordero, cabra, vaca y camello reciben las distintas coloraciones que luego serán empleadas en la famosa marroquinería de Marruecos, muy prestigiosa en el mundo entero.
Los curtidores, más de 300 familias de Fez, han heredado este oficio de generación en generación. Según dicen algunos de ellos, desde hace al menos mil años. Y al parecer, aparte de estar muy mal pagado, es realmente desagradable a la hora de ejercer esta profesión, por los olores que deben soportar, y por las técnicas, todavía centenarias, empleadas para curtir la pieles. El curtidor debe mezclar los diferentes tintes con las pieles con una enorme pala de madera. Durante este proceso es imposible no mancharse y no respirar el aire emanado de las mezclas que, a pesar de emplear tintes naturales en ellas, están rendidas con amoniaco y caca de paloma para que la tintura sea firme y no pierda nunca su color. Se sabe que quienes trabajan en este oficio terminan con graves problemas de salud, por las condiciones precarias y la insalubridad durante la tintura de las pieles.
Los visitantes reciben ramas de hierbabuena para no tener que oler este almizcle. Y la verdad, es una muy buena solución que solo tiene valor hasta cuando te pones a hacer fotos. Y, por supuesto, haces muchas tomas, hasta conseguir la foto deseada. Visitar una curtiduría de estas en Fez se hace indispensable; si no, dicen los lugareños, no has conocido la ciudad. Uno de los guías, a los que se les da un remuneración voluntaria, Abdul, un hombre de unos 45 años, que nos informó sobre los procesos para tinturar las pieles, hace parte de una de las familias que mantiene esta tradición: habla castellano, inglés, francés, italiano y árabe, pero no sabe escribir en ninguna lengua. Está en la curtiduría, «casi desde que era bebé». Gracias a sus explicaciones, hemos podido entender la tradición y el proceso para cambiarle el color natural a las pieles.