Colombia y la parábola del pájaro gordo

Por FREDDY SÁNCHEZ CABALLERO

Como en la definición de una mala novela negra, somos es resultado de un macabro experimento de sociedad, una mezcla entre realidad y ficción. Hemos resistido todas las pruebas posibles, todos los embates del destino y de sus gobernantes inescrupulosos. Un grupo humano que quizá debido a su heterogénea configuración étnica y a lo abrupto del entorno geográfico que habita, ha sorteado todo tipo de obstáculos con estoicismo y resignación. Un pueblo a la vez indómito y manso, en impecable oxímoron, empujado dramáticamente a sus propias contradicciones: la parodia de una sociedad herida que no ve en la rebeldía de la clase trabajadora otra forma de entender la política, ni la urgencia de un cambio.

Con frecuencia escuchamos decir que somos la democracia más antigua y robusta del continente. Pero, ¿podemos hacer un balance positivo entre lo que somos y lo que realmente deberíamos ser? Tal vez somos el resultado de la peor de las alternativas, la pequeña barca que se sacude sin rumbo en medio de la tempestad, o la roca de Sísifo que rueda golpeándose contra las barrancas colina abajo.

En el campo es común observar aves pequeñas alimentando a unos polluelos grandes y glotones, que no se cansan de tragar. Gorriones fatigados que van de un lado a otro buscando frutos pequeños, larvas y grillos de colores para hartar a los insaciables polluelos. Pero unos pajarracos abusadores asaltan el nido de los gorriones, poniendo en él sus huevos. Éstos los empollan como propios y así alimentan a los usurpadores con esmero. Para consumar su crimen y evitar la competencia, los polluelos tordos, más grandes y fuertes que los polluelos legítimos, los picotean y arrojan de sus propios nidos. Una vez llegado el verano las bandadas de tordos se regodean en el horizonte, y con figuras abstractas y cánticos de sirena arrastran a sus crías hasta su morada, para que el ciclo empiece de nuevo. Los gorriones nunca sabrán lo que ocurrió con sus hijos, por qué los abandonaron, qué hicieron mal.

“Los gorriones nunca sabrán lo que ocurrió con sus hijos, por qué los abandonaron, qué hicieron mal”.

El actuar de las personas no es muy diferente al de estas aves: los príncipes asesinan a sus hermanos mayores para acceder al trono; los aspirantes a Papa son envenenados para poner en el cargo a otro de sus preferencias; los generales ordenan asesinar indefensos para engrosar el número de bajas en combate y de soles en el uniforme, para hacer creer que están ganando la guerra.

A raíz del asesinato de Gaitán, cometido por los tordos humanos de los partidos tradicionales, una violencia impensada se desató en todo el territorio nacional. Irónicamente, y como una acción providencial llegó el general Gustavo Rojas Pinilla, un gorrión que sobrevivió solitario en mitad de la tormenta y que en cuatro años hizo por el país lo que los demás no hicieron en cien años.

Solo para aliviar nuestro Alzheimer histórico, Rojas Pinilla despolitizó a la policía (cosa que olvidó Zapateiro), desarmó a los civiles, creó el Banco Ganadero, el Banco Cafetero, auspició obras públicas, completó el ferrocarril del Atlántico, pavimentó vías troncales, inició construcción de Eldorado y 18 aeropuertos más, acueductos, alcantarillados, hidroeléctricas, refinerías, Acerías Paz del Río, hizo el Hospital Militar, el observatorio astronómico, estadios de fútbol, escuelas, colegios, universidades, Radio Sutatenza con proyectos de alfabetización, automatizó la telefonía urbana, trajo la televisión a Colombia en 1954, veló por los derechos de los indígenas, reconoció derechos políticos a la mujer, impulsó la cultura popular…

Todo un todero, valga la redundancia. Por eso, cuando oigo decir que un mitómano que anda por ahí fue el mejor presidente de la historia, me pregunto: ¿es en serio? Igual ocurre cuando escucho a aquellos pichones a los que les han recortado las alas, decir que las propuestas de tal candidato son imposibles de realizar. Sin el conocimiento ni la tecnología que tenemos hoy, Rojas Pinilla hizo mucho más de lo que ahora proponen los candidatos.

Pero el general era un mal ejemplo, había que bajarlo del poder. ¿Qué tal que a los presidentes se les exigiera tan nivel de compromiso con la nación, y sin que puedan robar? ¿Qué sentido tendría entonces la política?

Una coalición entre liberales y conservadores pactó el Frente Nacional, para alternarse el poder. Pero como la violencia y los males del país continuaban, Rojas Pinilla fue urgido a entrar en el juego de la democracia: se inscribió como candidato para las elecciones de 1970. El día de la votación, cuando el escrutinio estaba a punto de finalizar y el general (r) ganaba ampliamente, el presidente en ejercicio, Carlos Lleras Restrepo, quien había instado a derrotar a Rojas Pinilla públicamente -violando la imparcialidad del ejecutivo, como ahora Iván Duque-, suspendió el conteo hasta el día siguiente. Al amparo de la oscuridad los polluelos gordos picotearon al pequeño hasta arrojarlo del nido, y el candidato del Frente Nacional, Misael Pastrana resultó ganador por 63.000 votos de diferencia, condenándonos a 50 años más de guerra. Como consecuencia de esa artimaña, 28 años más tarde su hijo Andrés también es catapultado a la presidencia, sin pena ni gloria. Su Plan Colombia, patrocinado por Estados Unidos, solo sirvió para recrudecer la violencia e incrementar el número de muertos.

No sé si por la ley de causa y efecto, o debido a la teoría del caos, a raíz de ese evento fraudulento un grupo insurgente se gestó con el nombre de M19, entre quienes se hallaba un joven rebelde llamado Gustavo Petro, hoy candidato a la presidencia: encarcelado, perseguido, amenazado, calumniado, pero igual que el inmolado Jorge Eliécer Gaitán, quien anteponía la dignidad por encima de los partidos, él está enquistado en el corazón del pueblo y punteando en las encuestas.

Quizá nunca se ha estado tan cerca, pero hay que estar alerta. Los pájaros gordos siempre han encontrado la manera de joder a los pequeños, toman su apariencia, su discurso, ganan su confianza, asimilan sus hábitos y se autodenominan “candidatos de la gente”.

Desde el asesinato de Gaitán, cinco aspirantes a la presidencia han sido asesinados en plena contienda, incluido uno del M-19; miles de miembros de un partido político como la UP han sido masacrados; ríos de sangre han corrido por los campos y calles del país; miles de líderes sociales y defensores de derechos humanos han sido aniquilados para mantener privilegios e impunidad. Una elección consciente implicaría romper definitivamente ese Frente Nacional partidista, creado para saquear el país a placer.

Nuestro destino ha sido timoneado hacia la tempestad, somos el resultado de una sucesión de hechos erráticos de la más oscura y mezquina raza de gobernantes del continente. ¿Será posible otro destino, otra realidad en la que no se nos escatime el futuro y no nos sea impuesta la voluntad de los de siempre? En lo político somos los hijos de los gorriones que sobrevivieron a la desgracia de nuestros gobernantes comiendo las migajas de los pájaros gordos… o su mierda.

Basta ya de ese parasitismo que se nutre de la sangre de los hijos del pueblo, hay que romper el ciclo; basta ya de esa estirpe de zánganos que engordan a expensas del hambre de los hijos ajenos y el dolor de sus padres. Es hora de cambiar la historia. (F)

www.fsanchezcaballero.net

@FFscaballero

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