Colombia racista, clasista y aporofóbica

Por SANDRA GARCÍA

En el 2016 se viralizó un video llamado «El viaje del ADN» , en el que personas de diferentes nacionalidades permitieron que se analizara su sangre para indagar sobre sus raíces. Los resultados dejaron atónitos a los participantes, ya que sus orígenes provenían de muchas partes del mundo. Un vídeo que puso sobre la mesa el tema del racismo y la xenofobia a nivel mundial.

Tristemente, en pleno siglo XXI, cuando la esclavitud está prohibida y los derechos humanos sirven como guía para regir la ética humana, se siguen promoviendo en un país tan diverso como Colombia pensamientos y comportamientos racistas, clasistas, aporofóbicos, homofóbicos y xenófobos: una herencia social repleta de ignorancia, violencia y superstición.

La población afrocolombiana ha sido maltratada, ignorada y minimizada durante décadas por el Estado, que evade o ignora las necesidades de estos ciudadanos colombianos. Revictimizados y segregados socialmente por personajes influyentes que utilizan el estigma colonialista y de extrema derecha para señalarlos de “ladrones y vividores”, solo por su color de piel; reviviendo así el clasismo inhumano de la época de la esclavitud. Los chistes, las comparaciones, la segregación, hasta las múltiples agresiones por parte de medios de comunicación y figuras públicas hacia la vicepresidente Francia Márquez, criticones insípidos e iletrados que confunden el racismo y la aporofobia con opinión política y social, son una muestra fehaciente de este fenómeno.

Es irónico cómo muchos colombianos admiran la conservación de costumbres ancestrales en países como México y su hermoso día de los muertos, o viajan a Perú para contemplar la majestuosidad del imperio Inca, al tiempo que apoyan a grupos e ideologías políticas que exterminan a los pueblos originarios de Colombia. Los indígenas llevan siglos resistiendo a las múltiples formas de colonización, soportando el desplazamiento y el exterminio, cargando con la estigmatización de ser narcos por sus plantaciones de coca, cuando en realidad son los embajadores, políticos, farándula y grupos al margen de la ley quienes la procesan y distribuyen.

Desconocer la importancia de la población indígena en el cuidado de los recursos naturales y la fauna, es desconocer lo invaluable que será a futuro contar con tal diversidad llena de vida.

Campesinos desterrados de sus tierras por chacales y fulanos insaciables de poder, condenados a cambiar sus atardeceres por selvas de cemento y el olor del campo por el olor a muerte, se convirtieron en el estorbo estético citadino de esa población clasista que aún no ha comprendido el magnífico don que tienen estos desheredados colombianos, para calcular los momentos exactos de las cosechas, alimentos que otros en países solo pueden soñar y las mentiras de los politiqueros de turno en campaña.

El clasismo insoportable de la academia colombiana que se hinca hacia lo americano y eurocéntrico despreciando la educación ancestral. “Eruditos” que al parecer desconocen la influencia de la botánica en la medicina actual, la importancia de las lenguas indígenas como parte del desarrollo y la evolución social, como fuente histórica de una resistencia ante el colonialismo. Los secretos del país contados a través del tejido, el canto y la música. La sabiduría de las parteras y los miles de niños y niñas nacidos en los lugares más apartados de Colombia donde no existían entradas, ni salidas; saberes que guardan el más profundo conocimiento de nuestro territorio, de todo lo que somos y hemos sido.

Es degradante ver como muchos colombianos sueñan con emigrar hacia países del primer mundo, donde la multiculturalidad abunda, abarcando costumbres, lenguas, creencias religiosas y sexualidad diversa, pero al mismo tiempo miran con recelo y asco nuestra pluriculturalidad.

El conflicto armado nos dejó ideologías perversas y sectarias, como la confesada por el exjefe paramilitar Mancuso ante la JEP, que no solo se utilizaron en las filas de combatientes, también permearon a la población y crearon contextos imaginarios basados en la estigmatización de personas afro, indígenas, campesinas, LGBTIQ y hasta de izquierda, permitiendo el actuar de la violencia sistemática, el desplazamiento forzado y el exterminio de miles de personas inocentes.

Seguramente si realizaran un vídeo del “Viaje del ADN” en Colombia, analizando el ADN de muchos racistas, clasistas y aporofóbicos, se sorprenderían al ver que por sus venas corre sangre europea, pero también sangre negra e indígena, porque Colombia es una tierra mestiza.

@ladytron26

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