Claudia López y Sergio Fajardo son más de lo mismo

Por GERMÁN AYALA OSORIO

En Colombia y en muchas partes del mundo los partidos políticos atraviesan una profunda crisis programática y de credibilidad, fruto de una baja cultura política en todos los estratos, sumado a la privatización del Estado que obliga a que los partidos funcionen básicamente como empresas electorales. Agréguele un evidente cansancio en los electores, debido a que la democracia se redujo a votar por fulano o por zutano. Los cada más más escépticos electores no ven cambios sustanciales en la manera como se relacionan el Estado, la sociedad, el mercado y él mismo en medio de ese engranaje. En este contexto se darán las elecciones de 2022.

El caso del Partido Verde resulta llamativo, donde cierta complacencia con tesis autoritarias uribistas, genera división. en el centro de esta polémica está Claudia López, quien pasó de ser feroz detractora de Uribe a patrocinar en su mandato la arbitrariedad, la violencia discursiva simbólica, la privatización del Estado y el clientelismo como elementos distintivos cercanos más bien al uribismo. Digamos que su pelea electoral y política es con la Colombia Humana (CH) y con Gustavo Petro. Parece que le están haciendo la tarea a quienes desde partidos como Cambio Radical, Mira y Colombia Justa Libres y partidos Liberal y  Conservador, no desean entrar en ese desgaste, por cuenta de sus compromisos y simpatías con el uribismo. Y la tarea consiste desestimar y desgastar  a Petro Urrego, para, de esa manera, abonar el terreno al clan Char que, atado a Germán Vargas Lleras, no tienen la menor intención de pelearse con Uribe y con el uribismo, aunque se favorecen del declive del 1087985 y del miedo que los medios de comunicación de tiempo atrás construyeron alrededor de la imagen de Gustavo Petro Urrego.

No pelearse con precisos agentes económicos del Establecimiento y mucho menos, enemistarse con el sector castrense que lo sostiene, hace parte de la estrategia del Partido Verde de cara a las elecciones de 2022. Así las cosas, dicha colectividad no constituye opción de cambio alguna, así dentro de sus huestes aparezcan figuras como Camilo Romero quien ha demostrado no estar cómodo dentro de una colectividad de la que hacen parte figuras como Sergio Fajardo, una ficha del uribismo que juega a ser alternativa, pero que todos sabemos que es más de lo mismo. Ya se advierte una escisión dentro del Partido Verde. Quizás decidan esperar a la primera vuelta para hacer pública la división, de la que claramente saldrán dos vertientes: una que se irá con el candidato que ponga Uribe y la otra que, con ciertos temores, decida ir al Pacto Histórico. Lo cierto es que parece ser más cómodo jugar a ser críticos del Régimen, de dientes hacia adentro, mientras envían mensajes claros con los que muestran sus simpatías y lealtades a los más encumbrados agentes del Establecimiento colombiano.

Y para terminar, el Partido Verde atraviesa por una confusión ideológica y programática mientras dice que le preocupa el tema ambiental, pero poco interviene en discusiones trascendentales alrededor del Cambio Climático y el sistemático proceso de deforestación de la Amazonia o la llegada del modelo de la gran plantación a la altillanura. Sus silencios frente al desastre de Hidroituango, del que es responsable en parte Sergio Fajardo, ubica a sus militantes y al partido mismo del lado del agro-extractivismo, de la ganadería extensiva y del modelo de la gran plantación, factores que no solo permiten la concentración de la tierra en pocas manos, sino que aseguran inequidades, el desplazamiento forzado por razones ambientales o de violencia política.

@germanayalaosor

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