Las letras como escudo ante la muerte y los escritores y lectores sosteniéndoles para salvar a todo un país de la desaparición. ¡Qué imagen, qué descripción de un momento histórico, qué valentía frente a la barbarie!
Una vez más la cultura como potente sostén de la identidad. Todos los pueblos, sepultados bajo los escombros de los criminales psicópatas que quieren embadurnarse de gloria con millones de litros de sangre de personas cuyo único error ha sido nacer justo al lado de voraces imperialistas, brotan nuevamente gracias a todo aquello que la sensibilidad de sus habitantes dejó como legado histórico y cultural para que la memoria no desaparezca. Si esta no se vuelve aire para volar hacia otras latitudes, los pueblos tampoco se desintegran; muy rápido vuelven a florecer.
Las bombas del carnicero del Kremlin asesinaron a la escritora ucraniana Victoria Amelina, de 37 años, en Kramatorsk, región oriental de Donetsk en Ucrania, donde el imperialista ruso ha enterrado con el poder de sus bombas a miles de ucranianos. Pero ella, que había dejado de escribir sus novelas para documentar los crímenes de guerra de Rusia contra el indefenso pueblo ucraniano, a pesar de haber sido también sepultada por el máximo criminal de guerra del siglo XXI, Vladimir Putin, ya ha germinado para hacer vivir a Ucrania para siempre.
Victoria puso su cuerpo atestado de letras como escudo ante la brutalidad del tirano, horas después de haber acudido a la Feria del Libro de Kiev; y la bestialidad arrebató a la artesana de las palabras a la literatura, a la familia, a su país y al mundo. Pero Victoria, y los miles de víctimas ucranianas, junto con un pueblo heroico que ha dejado mudo al mundo ante su valentía, llevarán a Ucrania a esa victoria que se convertirá en un modelo de dignidad y arrojo para toda la humanidad.
OLGA GAYÓN/Bruselas
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