Cambio de rumbo, el verdadero desafío para Colombia

La pobreza, el hacinamiento en los hogares, la informalidad y la precariedad laboral explican la intensidad de la pandemia e indican el rumbo de las reformas de largo aliento que requiere el país para construir una sociedad más segura, solidaria y saludable.

Este es el primer aprendizaje que plantean los profesores Orlando Villabona y Darío Restrepo, editores del libro Cambio de rumbo: hacia una Colombia incluyente, equitativa y sustentable. Allí participan 22 grupos de investigación de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), y dos externos que forman parte del proyecto editorial de la “Red de centros de investigación en alternativas programáticas”.

“La pandemia desnudó una crisis de civilización. La crisis sanitaria y política visibiliza las fallas estructurales de nuestra construcción social y por ello abre un debate tanto sobre las reformas necesarias a emprender como sobre la transición deseable hacia una sociedad más incluyente y solidaria”, subrayan.

La emergencia sanitaria también centró la atención de la sociedad sobre los servicios médicos y el personal de la salud a los que se les reconoció su función esencial en la salvaguarda de la vida.

A partir de las lecciones mencionadas, el grupo lanza planteamientos como “abolir la inútil, costosa e inmoral intermediación financiera en la salud“. Foto tomada de RFI.

De esta experiencia surge una segunda lección a la hora de pensar en un cambio de rumbo nacional: la salud debe ser un derecho universal y no un negocio que condena a la mayoría de la población a atenciones remediales e insuficientes.

La tercera gran enseñanza de esta prolongada emergencia sanitaria es que aquellos sectores sociales cuyas labores se han despreciado, desconocido y estigmatizado –como el trabajo de los artesanos, de los campesinos y de las mujeres– aparecieron como sostén mismo de la vida en sociedad.

A partir de las lecciones mencionadas, el grupo lanza planteamientos como “abolir la inútil, costosa e inmoral intermediación financiera en la salud y desprivatizar la lógica articuladora del sistema es tan imperativo como descentralizarla para lograr coberturas sin discriminación por clase social, barrio, género, etnia y territorio en el que se habite”.

Frente al panorama social, los investigadores evidencian que los logros de las políticas de las últimas décadas se esfumaron en meses: volvió el desempleo, la pobreza, la miseria, se incrementó la flexibilidad laboral y aumentó de golpe la explotación del trabajo por medios virtuales.

Ante este desolador escenario, la alternativa para el Gobierno fue seguir la vieja política de “darle más a los que ya tenían más”, señalan los editores del libro, quienes recuerdan que el Gobierno decidió inyectar fondos de “emergencia y solidaridad” a través del sector financiero, “que se embolsilló más de 500.000 millones de pesos por el costo de intermediación de los créditos para las empresas”.

Agregan que el crédito lo concentraron una vez más las grandes empresas, porque a las pequeñas y medianas, las mayores creadoras de empleos e ingresos, los recursos estatales llegaron menguados, lo cual ocasionó la quiebra de cientos de miles de pequeños negocios.

Aldo parecido ocurrió con el apoyo al pago del 40 % de un salario mínimo de las nóminas, que también se quedó en las grandes empresas.

Según el concepto académico, la agenda alternativa es clara: se requiere una reforma tributaria progresiva que demande más a los que más tienen, se deben bajar las tasas de interés para las empresas, en particular para las pequeñas y medianas, masificar una renta básica universal digna, disminuir al máximo los costos de intermediación del sector financiero y renegociar la deuda externa.

La proporción de ocupados es mucho mayor en la agricultura que en el sector minero-energético, el masivo empleo generado en la construcción es de los peores remunerados y los bancos crean muy poco empleo respecto de la cantidad de capital que mueven.

Ello los lleva a asegurar que “hemos edificado un modelo de crecimiento económico que flexibiliza y precariza el trabajo, a la vez que concentra socioterritorialmente el desarrollo económico”.

Para los investigadores de la UNAL “es imperativo incrementar los presupuestos en todo el ciclo educativo, en investigación en ciencia y tecnología, así como en la distribución de redes de conectividad, para apoyar la prevención y atención médica, el sistema educativo y el trabajo, el desarrollo y el goce efectivo de los derechos humanos”.

Tratar a la naturaleza como un conjunto de bienes a explotar –como veta, yacimiento, depósito, o recurso– violenta su funcionamiento sistémico del cual depende la vida humana, advierten y aseguran que los sistemas económicos, las instituciones y la organización de la sociedad deben asumir plenamente las consecuencias de ser parte de sistemas socioambientales.

“Seguir haciendo lo mismo de las últimas décadas no puede sino producir los mismos resultados de inequidad, pobreza y fragilidad del Estado de derecho; por eso es el momento de hacer un cambio de rumbo”, sentencian los editores del libro y aseguran que las propuestas presentadas no están dirigidas a un partido político o sector particular, sino a toda las personas y organizaciones que consideren anormal que Colombia sea uno de los países más inequitativos del mundo.

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