Bragas a la vista de todos, la gran conquista de Occidente

Por OLGA GAYÓN/Bruselas

Cualquiera diría que esas bragotas son las utilizadas por mujeres de hace al menos sesenta años. Ahora lo que se usa son unos supereconómicos trocitos de tela que, para más Inri, se sostienen en la parte trasera con un hilito.

Pero estoy convencida de que las de esta imagen pertenecen a mujeres que posiblemente habitan en un entorno rural. Quienes las portan en el día a día son mujeres de este siglo XXI, aunque incluso el blanco y negro de la fotografía nos indique lo contrario.

¿Y por qué afirmo esto con tanta rotundidad? Porque nuestras madres y abuelas cuando lavaban la ropa de toda la familia o cuando lo hacían sus criadas, jamás las exponían en el tendedero, a la vista de todos. Había una especie de pacto secreto que obligaba a las mujeres a esconder las bragas y los sujetadores de la mirada masculina a la hora de colgarlas en las cuerdas para que se secaran, como si ellas, al igual que las sensuales formas femeninas, también incitaran al pecado.

Cuando nuestras madres y abuelas lavaban la ropa de toda la familia o cuando lo hacían las criadas, jamás exponían las bragas en el tendedero, a la vista de todos.

Hace más de cincuenta años, cuando las familias eran más numerosas que ahora, el patio de ropas tenía múltiples cuerdas para tender las prendas después de lavadas. Y los pantalones, las faldas, los jerseys, las blusas e incluso lo calzoncillos tenían derecho a estar a la vista de todos en primera, segunda y tercera fila. Esas prendas estaban dispuestas magistralmente para que cubrieran perfectamente a las braguitas y sujetadores de la vista de los hombres de la familia. La ropa interior femenina ocupaba un lugar silencioso en el que las otras prendas masculinas y femeninas les robaban el derecho a ser observadas por los ojos de niños y adultos. ¡Pudor, llamaban a esta costumbre segregacionista y sexista de la ropa!

Por ello estoy segura que las bragotas de la foto, que riñen con los estándares occidentales de las diminutas braguititititicas, pertenecen a una o más mujeres de la actualidad que probablemente viven en una casa de campo de algún lugar de Occidente. Las bragas del siglo XXI han perdido la vergüenza y ahora se exhiben orgullosas y sin reparos, a la vista de todos.

Aunque parezca inverosímil y hasta exagerado, este es un gran logro para toda la humanidad.

OLGA GAYÓN/Bruselas

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