Año nuevo violento en Arauca

Por MARTÍN SANDOVAL*

Las noticias son aterradoras: enfrentamientos entre las disidencias de las Farc y el Eln en Arauca dejan, hasta la mañana del lunes 3 de enero, 22 muertos y la amenaza de desplazamiento forzado de 2.000 personas en ese departamento fronterizo con Venezuela.

Consternación, repudio, impotencia e indignación es lo que se siente ante los momentos aciagos que viven especialmente cuatro municipios de Arauca (Tame, Fortul, Saravena y Arauquita) por los hechos violentos ocasionados por estos nuevos enfrentamientos entre el ELN y las disidencias de las FARC.

Estas organizaciones que dicen defender al pueblo, pero lo han convertido en blanco para posicionar sus mezquinos intereses hegemónicos y económicos. Lo político e ideológico hace rato lo perdieron, pues sus acciones contra la población civil, así lo nieguen, lo demuestran.

La única esperanza es la grandeza de las organizaciones cívicas, sociales, la comunidad internacional y la iglesia católica, para que ayuden a buscar los mecanismos y acercamientos para buscar una salida dialogada a tan feroz conflicto, que se pensaba era cosa del pasado, según lo pregonaban a los cuatro vientos estas organizaciones, después del cruento conflicto que se vivió a mediados del 2004 al 14 de septiembre del 2010 y que les costó la vida a centenares de personas y combatientes.

En esa ocasión pusimos nuestra vocación humanitaria, de paz y reconciliación, y con la Comisión de Paz creada por la misma comunidad y la Iglesia realizamos las gestiones municipales, regionales, nacionales e internacionales que con el tiempo dieron el feliz resultado del pacto de no agresión y protección de la población civil y sus dirigentes.

En la situación actual se hace imperativo retomar aquella experiencia positiva de diálogo y reconciliación. Abrazos solidarios al pueblo araucano que nunca la ha tenido fácil y que, de esta tragedia tan difícil, también debe salir avante.

La población civil y sus organizaciones cívicas y sociales les deben exigir más a estos actores armados, que los utilizan para sus objetivos y posicionamientos y después los convierten en botín de guerra. La gente de Arauca es noble y trabajadora su único delito es vivir en una región rica, geoestratégicamente ubicada, donde el conflicto se desarrolla con intensidad y de manera degradada.

Los grupos armados ya no generan la confianza y seguridad de años atrás, ya la gente no los sigue, les toca aceptar sus arbitrariedades por razones básicas de supervivencia, porque no tienen más a donde ir, ante la incapacidad de las instituciones de brindarle condiciones dignas y de seguridad a la población que hace patria en tan importante esquina de la patria.

* Miembro del Comité Permanente De Derechos Humanos (CPDH), con más de 40 años de presencia en Arauca en temas cívicos.

Foto de portada, tomada de El Colombiano.

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