Álvaro Uribe Vélez, “el psicópata ejemplar”

Por ALFREDO DE LEÓN MONSALVO

Alfredo de León Monsalvo es una analista e investigador de la realidad nacional, autor entre otros de Penumbras y demonios en la política colombiana, donde muestra cómo opera la politiquería en una sociedad acostumbrada una y otra vez a que le prometan y no le cumplan.

En el periódico Desde abajo, que va a cumplir cerca de 30 años y del que aún Monsalvo es colaborador permanente, escribió el texto que lleva el título de esta nota.

“Treinta años ininterrumpidos de uribismo han terminado por configurar en Colombia un proyecto de Estado autoritario, que llevó a la práctica una contrarrevolución, donde ni siquiera había tomado forma una revolución. Apoyado en todo tipo de violencia, hoy prolonga una ofensiva antisocial, la que además de generar terror entre amplios grupos sociales –obligándolos al destierro y el exilio–, amplia su base cultural e ideológica para arrasar con todo lo que pueda entenderse como pluralismo, derechos humanos y democracia formal.

Uribe encarna a una persona resentida, megalómana, emocionalmente desequilibrada, con rasgos que combinan al psicópata y al sociópata.

“Desde hace varias décadas no hay día en que un personaje que se impuso a sangre y fuego en el panorama nacional no sea noticia, de manera directa o indirecta. Su poder es tal que, como todo “jefe supremo”, dictador, “mesías”, etcétera, levanta odios y amores. Es por ello, en perspectiva de acercarnos al fenómeno que padecemos, que requerimos preguntar/nos: ¿Qué es el uribismo y a quién representa?

“Para su respuesta no existen dudas: el uribismo es Uribe en persona e ideología, quien a su vez es jefe, una especie de adorado Zar, un comandante en jefe de sus seguidores materiales y espirituales. Pero hoy, de la persona se ha pasado a una ideología, la cual ha permeado a toda la sociedad colombiana y quiere quedarse para siempre a través de terceros o interpuestas personas, consolidando sus políticas autoritarias.

“Pero no solo esto. El uribismo también es un proyecto histórico de corte agrícola/ganadero feudal, apoyado por el capital industrial, minero extractivo y financiero, a los cuales atrae con beneficios económicos tributarios, al tiempo que se apoya en los grandes medios de comunicación de propiedad de los anteriores, y se refuerza con el poder ideológico dominante de las seudo iglesias cristianas o mercaderes de la fe, así como de la tradicional concepción católica del país conservador.

“Tras la comprensión de este personaje, Gustavo Petro cataloga al uribismo como “una fuerza reaccionaria […]. Dentro de la cual Uribe significa algo: los terratenientes improductivos de Colombia que crecieron sus propiedades originarias del feudalismo español con el narcotráfico, (y) quienes terminan convirtiéndose en megaterratenientes. Es una fuerza arcaica, premoderna. Hoy cada megaterrateniente tiene su ejército privado, le llaman paramilitares, y quieren dominar la sociedad en función de sus intereses. Comprometidos con una violencia salvaje, la Justicia Especial para la Paz –JEP– no les sirve y la única manera para que una fuerza tan retardataria siga gobernando es con la violencia, no con la razón, eso es Uribe, eso es el uribismo”.

Psicópata y sociópata

“El origen del uribismo descansa en el personalismo encarnado en el líder carismático de la persona resentida, megalómana, desequilibrada emocionalmente y con amplios rasgos que combinan al psicópata y al sociópata de Álvaro Uribe, quien en su momento convirtió a Antioquia en el centro territorial para el experimento de violencia, combinando entre sus aliados paramilitares de los hermanos Castaño, los combos del tenebroso “Don Berna”, los reductos lúmpenes de exguerrilleros maoístas del Epl y, por supuesto, las fuerzas militares y de policía, todos estos, convertidos en ejército de choque contra la supuesta avanzada guerrillera de las Farc y el Eln, a las que había que detener, así hubiera que demoler lo poco que había de democracia y derechos humanos en nuestro país, como en efecto sucedió. Pero esta trama antiguerrillera no fue sino un sofisma, en el fondo estaba el aniquilamiento del precario movimiento popular existente para entonces, y que a pesar de todo sigue aguantando los embates aniquiladores de un sistema político que asesina gota a gota a los líderes sociales. Que quede claro, Colombia no es un país democrático, y nunca lo ha sido.

“¿Por qué decimos que los rasgos sicológicos y psiquiátricos de Álvaro Uribe son los de un psicópata con visos sociópatas? Por la sencilla razón que su característica central es su controvertida personalidad, alimentada por el constante deseo de hacer el mal a todos sus contradictores, y en este caso a la sociedad colombiana en general, sin que exista en su interior la más mínima acción de remordimiento por sus malignas ejecutorias. Su personalidad, de acuerdo a tal carácter, es violenta por naturaleza y convicción. Ese es este personaje y con él, el uribismo como filosofía de vida y proyecto histórico.


“Como complemento, el sociópata padece de trastornos de personalidad antisocial, con tendencia a mentir constantemente, quebrantar las leyes y comportarse de forma impulsiva; asimismo, quienes comportan tal carácter, no se preocupan por su propia seguridad ni por la de los demás. Los síntomas pueden disminuir con la edad, pero en este caso en particular sucede lo contrario. Para su proceder se apoya con gran influencia en los medios de comunicación que le retrasmiten sus constantes mentiras, meditadas, bien planeadas, haciendo uso de gran habilidad, al estilo del jefe de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, para quien una mentira repetida varias veces, debía convertirse en verdad.

La Antioquia paramilitar y uribista

“La Antioquia uribista fue la viva expresión de las más grandes violaciones de los derechos humanos, con la muerte de miles de líderes sociales –por ejemplo, Jesús María Valle–, sindicalistas, estudiantes, docentes, periodistas, campesinos, jóvenes de barrios populares, vendedores ambulantes, niños y niñas.

“Ni que decir de cientos de masacres que azotaron el Urabá antioqueño, donde hasta cabezas rodaron bajo la egida del ejecutor –hoy con signos de “remordimiento”–, el nefasto “Pacificador de Urabá”, Rito Alejo del Río. Además, bandas asesinas, como la denominada “Doce Apóstoles”, en las cuales acusan de militancia a Santiago Uribe, hermano del “psicópata ejemplar”, estuvieron a la orden del día, con el garabato encima, en tiempo del gobierno departamental y nacional del personaje en cuestión. Masacres incluso en plena ciudad, como la ejecutada en la Comuna 13, llamada “Operación Orión”, por la que cientos de madres aún esperan recoger los cadáveres de sus hijos, asesinados y tirados como perros en “La Escombrera” por la política uribista de tierra arrasada, bajo el comando del general Mario Montoya.

De lo regional a lo nacional

Si en Antioquia pudieron exterminar a todo el que no estuviera con Uribe, entonces ¿por qué no agrandar el experimento ante una Colombia que parecía rendida a una guerrilla


“Tras tal proyecto se toman todo el Estado, en principio a favor de intereses personales y familiares, y luego, para responder al apoyo de los grupos económicos Ardila Lülle, Santo Domingo, Sindicato Antioqueño, Luis Carlos Sarmiento Angulo, y gremios como Fedegán, Fenalco, Sociedad de Agricultores de Colombia y, por supuesto, a diversas multinacionales, entre ellas las mineras, a todos los cuales les conceden amplias garantías y beneficios de todo tipo. En todo este enriquecimiento personal y del tradicional capital, se aplica y refuerza una dura política represiva contra todo aquel que pretendió oponerse a tal ofensiva, sin pudor alguno ante los valores sociales y los derechos humanos cada día violentados, teniendo todos los aparatos del Estado: justicia, Congreso, órganos de control, y por supuesto, las Fuerzas Amadas, al servicio de su proyecto. El Congreso no queda exento, al cual lo compran, como siempre ha sucedido, para eso están los puestos burocráticos de contratos a término fijo –la nueva forma de explotación del siglo XXI–, y uno que otro contrato de obras. Todos los congresistas de estirpe liberal/conservador solo piensa en lo inmediato, en ellos y sus familias. El país no les importa. Nunca les ha importado.

“Un dominio reafirmado una y otra vez en lo electoral, en cuya última experiencia presidencial (2006) Álvaro Uribe reunió 8 millones, apoyado en los cuales ahondó la persecución, a sangre y fuego, en contra de la oposición, para lo cual potenció los servicios secretos como el DAS, colocados al servicio de la represión, el chantaje y asesinato de líderes sociales y políticos. No escaparon a esta persecución opositores como Gustavo Petro, Iván Cepeda, Piedad Córdoba y el Colectivo de Abogados José Alvear entre otros, quienes casi en solitario se fajaron contra viento y marea a denunciar la alianza paramilitar/Uribe. Por cierto, nadie en su momento los apoyó con firmeza, salvo un sector de la izquierda. Pero al final, la luz brilló a favor de las denuncias de Petro y demás, hasta el punto que hoy es información en algunos textos escolares.

El proyecto de Estado del uribismo

“Uribe en su gobierno, y con ello su filosofía de vida política, fue la respuesta fascista a lo poco que hemos tenido de democracia, ya que en Colombia nunca ha existido la misma de manera plena, la cual, por cierto, nos la quieren disfrazar aún más mediante elecciones compradas en las cuales prima el llamado voto de Registraduría. Esa política fascista fue patentizada en la persecución contra periodistas, magistrados, jueces, sindicalistas, estudiantes, docentes, intelectuales en general, y todo aquel sector que se opusiera al proyecto uribista. Pero, más que las cientos de masacres perpetradas por paramilitares con apoyo de las Fuerzas Militares y de toda la seguridad del Estado, el uribismo encarna la muerte en cientos de asesinatos de jóvenes inermes, y a veces hasta con discapacidad mental, como fueron los mal llamados “falsos positivos”, con los cuales el país se llenó de sangre; y a la par de ello 8 millones de compatriotas fueron sacados a la fuerza de sus casas en las zonas rurales, obligados a refugiarse en ciudades, sin arraigo cultural, social y familiar, padeciendo, en símil, lo sufrido por los judíos bajo el dominio dictatorial de Hitler, llevados a la muerte en hornos crematorios. Eso fueron los 8 años de gobierno del sociópata y psicópata Álvaro Uribe Vélez.

“Mientras esto sucedía, el uribismo se afianzaba en lo personal, como quien dice, yo vine a llevar a cabo un trabajo sucio, y tengo que cobrar por ello. Colocó la legislación a su favor, no solo para reelegirse y por ende perpetuarse en el poder al mejor estilo de un dictador bananero, sino que enriqueció a su familia como ya anotamos, como fue el sonado caso de la Zona Franca de Occidente en Mosquera-Cundinamarca, para solo citar un referente de los varios que existen. Proceder con el cual también se enriquecieron sus amigos.

“De esta manera este personaje se convirtió en el artífice de lo hoy conocido como los grandes robos al Estado, casos Odebrecht, Saludcoop, Reficar, Hidroituango, antiguo y extinto Seguro Social, crisis hospitalaria, quiebra del sistema de salud con la Ley 100, y cientos de robos más, entre estos la mermelada repartida a montón en el Congreso para tenerlo de su lado, expresión de lo cual es la famosa frase que alguna vez soltó: “no me importa que los vayan a meter presos (a los congresistas paramilitares), sino que voten por mis proyectos mientras estén libres”. La repartición de notarías para su elección y la compra descarada por unos puestos entregados a desconocidos politiqueros de entonces, como Yidis Medina y el difunto Teolidondo Avendaño, demuestra que el Estado es de poco valor para el uribismo.

“Hoy se ha demostrado que con el uribismo se llevaron a cabo grandes transacciones económicas con multinacionales de la minería y el petróleo a favor de éstas y en detrimento del país y su medio ambiente, en las que primaron las coimas, dinero que seguramente, quienes las alimentaron intelectualmente y quienes las concretaron en directo, lo enviaron a paraísos fiscales. El bloque en el poder desde siempre se enriqueció a través de esquilmar lo público, y así también sucedió con lo creado por y alrededor de este personaje.

“Pero el uribismo va por más. Ya el Estado casi les pertenece, quiere el dominio ideológico y una Colombia joven educada en sus valores fascistas. Quiere el Estado definitivo a sus pies. La guerra y con ello la muerte es su filosofía de vida, por eso desprecia y patea el proceso de paz, y no en vano quienes ayer apoyaron a Santos por la paz, descaradamente capitalistas sin corazón y nombre, feudales ganaderos y terratenientes agrícolas, medios de comunicación, todos a merced de la pauta oficial, iglesias que son mercaderes de la fe, burócratas de pacotilla, políticos de bolsillo como conservadores y liberales, y lamentablemente masas incultas como porteros, taxistas, vendedores ambulantes, profesionales de bajo rasero, amas de casa rezanderas, curas de pueblos, obispos y cardenales, gacetilleros y locutores, futbolistas y ciclistas, narcotraficantes y comerciantes de lo que queda del ocaso de San Andresito, tenderos de bajo mundo, bebedores de cervezas, cantantes paisas, prostitutas de mala muerte, pueblo en general, le aplaude a la muerte, con Uribe a la cabeza.

Un pueblo equivocado

“La mirada del pueblo sobre la realidad que vive es inmediatista, pese a soportar todo tipo de injusticias, pese a que lo poco que le quedaba le ha sido arrebatado. Y es que la miserableza de un pueblo que vive del rebusque, donde el Código de Policía los patea, lamentablemente vota y son uribistas. Ese es la idiosincrasia popular, la que es sometida en lo político y militar, y ahora en lo cultural y educativo. Para el uribismo pensar de manera diferente y contradecir al Supremo, es subversivo, por eso tanto a los colegios y las universidades públicas las quieren cerrar en medio de la asfixia presupuestal, pretenden vigilar la libre cátedra y el libre pensamiento, y no en vano están proponiendo que los estudiantes graben a todos los profesores que supuestamente los estén ideologizando. Incluso, se avecinan tiempos para la quema de libros y la confiscación de computadores, o la vigilancia a través de la empresa Claro –de propiedad del magnate mexicano Slim–. Todo está por llegar.

“Uribe y con ello el uribismo, lograron consolidar un proyecto político ideológico, propósito para el cual la complacencia de los medios de comunicación oficiosos, escritos, visuales y orales fue y es fundamental, no solo por lo que informan o dejan de informar, sino por toda su contribución a la despolitización de nuestra sociedad.

“Precisamente, el uribismo se refunda y afianza en la pobreza espiritual de una inmensa masa de colombianos que siguen a más de 5.000 seudo iglesias cristianas de corte pentecostal existentes por todo el país, las que han terminado como grandes negocios, incluso, sindicadas algunas por evasión de impuestos o la par de servir para acumular inmensas fortunas, tal como lo demuestra el enriquecimiento de la familia Castellanos y su famoso Grupo G12, y el escándalo de la familia Piraquive, donde la mentora María Luisa Piraquive y sus hijos poseen todo tipo de propiedades en los Estados Unidos. A esto se agrega una iglesia católica que esconde la pedofilia debajo de sus sotanas en una supuesta defensa de los valores familiares, y que ha resultado aliada del uribismo con el sofisma de defender a la familia conservadora y rezandera en medio de la hipocresía, una Iglesia en donde afloran todas las aberraciones sexuales de altos ejecutivos del sistema, escondidos en sus closet.

Ofensiva en ascenso

“El uribismo es estratégico, porque permanece unido en relación a un solo caudillo, mientras el pensamiento progresista colombiano es y permanece disperso –todos quieren ser jefes–, mientras tanto, el uribismo se impone a sangre, fuego y dominio ideológico. Está ganando.

“El uribismo, en Uribe, concentran el poder del Estado –mafioso–, todas las Ramas del poder les pertenecen, y las que no, las amedrantan con acusaciones falsas. Avanzan, ahora con el exterminio de líderes sociales, a fin de copar el campo, para luego pasar al aniquilamiento de líderes como @petrogustavo y finalizar con el absoluto dominio ideológico de la sociedad. Casi 100 líderes sociales asesinados en menos de un año de gobierno del llamado subpresidente Duque, reafirma que no somos democracia. Ningún país del mundo que se denomine democrático asesina a la oposición, y menos a líderes comunitarios que lo único que hacen es exigir derechos básicos, para salir de la marginalidad y vivir en dignidad, como es el caso de los indígenas.

“El uribismo, primero, nos definió el Estado que quería: paramilitar/capitalista. Después nos explicó su forma: poder mafioso caso @FiscaliaCol. Después nos dijeron que la familia y la religión, y ahora nos quieren coartar el poder de pensar libremente, y si es el caso, vigilarnos en nuestros propios hogares. Realidad que abre un reto inmenso para quienes no hacemos parte de ese nefasto proyecto de sociedad: solo una gran fuerza social, incluso en unidad con políticos y capitalistas pisoteados por Uribe, podrá liderar un proceso social que lleve a librarnos de una lacra psicótica y sociópata como es el personaje acá tratado”.

@garrotiando

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