Una ventana que inspira

Por OLGA GAYÓN/Bruselas

Su sonrisa, cerrada y amplia, quizás desdentada, abre la posibilidad de que todo aquel que la vea tenga la certeza de que quien la esboza ha disfrutado de una vida llena de riqueza espiritual.

Es una mujer de la India que se asoma a esta ventanilla acompañada de una vasija en la que, con seguridad, ha hervido el agua durante decenios para servir a sus hermanos, hijos, nietos y toda su parentela el elixir del eterno amor que ella prepara día tras día para brindar a su gente más cercana las delicias de las bebidas calientes tradicionales de sus cultura.

La mujer luce hermosas arrugas que le circundan los ojos, otras que le marcan su frente y algunas más que enmarcan esa sonrisa que anuncia sin restricciones el orgullo de haber vivido con satisfacción.

Tanto la vasija como la hermosa señora dan muestras de haber trajinado durante muchos años. La primera tiene varias señales de que el tiempo ha pasado sobre ella, dejando huellas claras, sin que haya perdido ni sus cualidades ni el objetivo para el que fue creada. Tuvo niñez, juventud, y ahora goza de la experiencia que la mantiene todavía como una pieza muy valiosa para una gran familia. Y la segunda, la mujer, luce en su rostro hermosas arrugas que le circundan los ojos, otras muchas que le marcan su frente, y algunas más que enmarcan esa sonrisa que anuncia sin restricciones, el orgullo de haber vivido con satisfacción. Solo hay que ver esa mirada que irradia satisfacción para entender que estamos en frente de alguien que ha sabido amar. A través de esos ojos vivaces podemos, quienes disfrutamos de esta bella imagen, imaginar que ella mima y acaricia a todos aquellos a quienes ha amado y ama, y que sus manos, también llenas de pliegues, que no vemos pero que sí percibimos, han dado forma a lo más hermosos momentos de amor.

En esta pequeña ventana veo mucha vida y, sobre todo, la certeza de que desde allí nos coquetea un dúo que creció y maduró sin separarse. Hoy, en plena vejez, continúan siendo inseparables; alcanzarán, por supuesto, la inmortalidad.

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Desconozco tanto el nombre de la mujer como al fotógrafo(a) que nos regala esta hermosura. ¡Gracias a l@s dos.

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