Informar o desinformar: los medios toman partido

La periodista italiana Oriana Fallaci decía que el supuesto dilema del periodismo entre objetividad y subjetividad se resuelve en una sola palabra: ética. O sea, hacer lo correcto. Do the Wright thing, según Spike Lee.

La misión básica -y sagrada- que tiene todo periodista es la de informar, siempre en busca de la verdad. Parecería hasta fácil de entender, pero no es así, porque se viven tiempos difíciles.

Arrastrados por la ola neoliberal capitalista que convirtió a la aldea global en un supermercado planetario, los más tradicionales y otrora respetables medios de comunicación han ido pasando a posesión de poderosos financistas, empresarios e industriales, desde el fabricante de gaseosas o de sillas Rímax (RCN y Semana), hasta el dueño de bancos y firmas constructoras que giró el cheque por El Tiempo.

El reciente despido masivo de periodistas en El Tiempo hace presumir que don Luis Carlos Sarmiento hizo un mal negocio, pero no es lo que ahora nos ocupa. Ni nos preocupa. Lo verdaderamente preocupante es que, sumado a lo anterior, los cinco columnistas que había contratado Gustavo Gómez para su programa matutino en Caracol Radio fueron eliminados de un solo tajo -obedeciendo órdenes “superiores”- o que el Canal 1 haya tenido que anunciar que su noticiero estrella, Noticias Uno, desaparecerá de su parrilla de programación. O sea, fue censurado por el régimen.

El resultado es que una parte de los medios desarrolla su trabajo como corresponde, fiscalizando el poder, averiguando cosas, pero hay otra que se ajusta a la sentencia de Mario Puzo en El Padrino según la cual “todo hombre tiene su precio”. Para el caso que nos ocupa, todo medio de comunicación también tiene su precio. Así se percibe en esa franja ‘alimentada’ por el billete que emana desde fuentes estatales y está comprometida -y alineada- en la tarea de tergiversar los acontecimientos al gusto de los detentadores del poder.

En dicha franja hay desde los obsecuentes al servicio incondicional de un partido político de extrema derecha -tipo RCN-, pasando por aquellos que dan apariencia de objetividad pero responden a los intereses del establishment, tipo Caracol; hasta llegar a un medio como Semana, pretendidamente imparcial hasta el día en que recibe como socios a los Gilinsky y el viraje hacia el uribismo se hace evidente, al punto de tratar de deshacerse -a Dios gracias de modo infructuoso- de su columnista estrella, Daniel Coronell.

Tal como están las cosas, habría que diferenciar entonces entre los medios que hacen periodismo y los que utilizan el periodismo para hacer negocios, política y/o relaciones públicas. A los que hacen periodismo la brega les es cada día más dura, pues los dueños del poder administran los recursos de que disponen para pauta publicitaria de manera restringida, o sea al servicio de quienes hablan bien de ellos.

A los otros -entre los cuales se incluye El Unicornio– les toca acudir a la tendencia que hoy se impone, la de crear conciencia entre sus lectores de que la información es una mercancía como cualquier otra, cuya producción tiene también unos costos, y en tal medida se justifica que contribuyan con su apoyo, sea en forma de suscripciones o de aportes voluntarios.

Es lo que hoy hace Noticias Uno para subsistir, y desde el día en que lanzaron su campaña de financiación cuentan con nuestro apoyo, mediante suscripción de 120 mil pesos.

Sabemos que un día de estos seremos nosotros quienes nos veamos obligados a pasar el sombrero, y esperamos contar con la simpatía y la solidaridad del público lector.

Por ahora, solo tratamos de hacernos necesarios.

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