La producción televisiva suele estar atada a la cultura dominante, de allí que su objetivo estratégico sea aportar al mantenimiento de esta como única forma de marcar su propio territorio. Las novelas en particular llevan la batuta en esa intención de los canales privados de televisión, incluso de los públicos, de promover los valores de esa cultura dominante, sin que importe que con estos se consoliden símbolos y prácticas como el machismo, el racismo y el ethos mafioso.
Betty La Fea fue una novela exitosa no solo por las actuaciones memorables de varios de sus protagonistas (hombres y mujeres), sino porque gran parte de la sociedad colombiana se vio representada y retratada en cada uno de los capítulos. El regreso al aire de dicha novela, al parecer con nuevos actores, bien puede entenderse como un esfuerzo de RCN por insistir en la supervivencia de los valores (in) morales y la acomodaticia ética individual que está en el ADN de los personajes y del nicho en el que cada uno actúa y en la historia misma, que convirtieron a la novela en una exaltación de todo lo perverso que como sociedad arrastramos: la trampa, la codicia, la explotación laboral, el acoso sexual, la violencia de género y el clasismo, entre otras más. Y claro, la intención de recuperar el rating que el canal RCN ha venido perdiendo sistemáticamente por haberle apostado de tiempo atrás a ser auspiciador de lo que se conoce como el uribismo y desde antes del 7 de agosto de 2022, como el canal oficial de la Oposición política contra el gobierno de Gustavo Petro.
La referida novela no es otra cosa que una oda al machismo estructural sobre el que camina cómoda gran parte de la sociedad colombiana. El “cuartel de las feas” recoge con claridad esa forma de dominación del Macho sobre las mujeres, a las que se les exige, sin atenuantes, ser bellas, esbeltas y jóvenes. Mujeres viejas, gordas y poco agraciadas son el hazmerreír de una sociedad que históricamente subvaloró a las mujeres, a las que les entregó el rol de reproductoras de la especie, metidas en la cocina y en las noches, como dóciles damas en función de atender a los maridos. Hace parte de ese “cuartel de las feas” la mujer soltera y un tanto “resbaladiza” en su actuar cotidiano frente a los hombres a los que desea con un frenesí que no le sirve para consagrarse como una mujer liberal, sino como mujer “fácil”. Como dijo alguna vez Jaime Garzón: “el hombre que sale con muchas mujeres es el putas; y la mujer que tiene varios hombres, una puta”.
Ojalá la nueva versión de Betty La Fea modifique en algo ese perverso ADN que le dio tanto éxito en los años 90. Aunque hemos cambiado en algo, la sociedad colombiana sigue siendo altamente machista y sobre todo, violenta, física y simbólicamente, con las mujeres.
El asunto estético es quizás la forma de violencia más naturalizada. A las empresas de ben ir maquilladas, peinadas, es decir, hacer el esfuerzo por verse hermosas. Envejecer para ellas constituye una doble amenaza: los hombres ya nos las desean y el resto de la sociedad las juzga sin piedad. Para ellas, envejecer sigue siendo una pesadilla, en particular para aquellas reconocidas socialmente como íconos de la belleza nacional. Ejemplo de ese martirio es Margarita Rosa de Francisco: “Pues yo empecé a tener crisis de vejez como desde los 45. Empezó a preocuparme que se me marcaban las arrugas y no tanto en el cuerpo, pero sí en la cara, y alcancé a caer en las soluciones de emergencia. Me puse bótox en todas partes, me puse relleno en los labios también, porque esa es otra cosa de la vejez, que se empiezan a adelgazar los labios, como a meterse para adentro…Creo que he sido consciente ya como mujer adulta de que esa fue una decisión que tomé, pero no fue que hubiera dicho “voy a ocuparme de ser bella”, porque además me ocupé de otras cosas, no solamente de ser bonita. La belleza era muy importante para mí, era una prioridad, pero también me preparé como profesional”(Tomado de la BBC mundo).
Esperemos a ver qué tan Fea será esta versión de la novela Betty La Fea. Y también habrá que esperar que las nuevas audiencias se sienten a pensar sobre lo que la novela quiere naturalizar en una sociedad machista y violenta como la colombiana.
Sus defensores dirán que se trata de una representación y no de una realidad objetiva. Pero al mirar el día a día, ese tipo de novelas suelen convertirse en espejos en donde nos podemos mirar, siempre y cuando tengamos la intención de hacerlo. Para hacerlo, hay que saber separar el producto que entretiene, de aquel que insiste en que sigamos como estamos.
@germanayalaosor