El llamado Concierto de la Esperanza, con la enorme bandera de Palestina en el Capitolio que pedía Alto al genocidio, será recordado como un acto cultural de gran valor político y simbólico. Y aunque no servirá para que Israel detenga sus prácticas genocidas en Gaza, sí constituye un alivio moral para esa parte de la humanidad que se resiste a continuar viendo por televisión la desaparición del pueblo palestino a manos del ejército sionista de Israel.
Por supuesto que esa bandera colgada a la entrada del Congreso tiene un enorme significado político que aporta en lo interno a la crispación ideológica que vive el país desde el 7 de agosto de 2022, cuando llegó a la Casa de Nariño el exguerrillero del M-19 Gustavo Petro investido de presidente de la República. En lo externo, Colombia gana protagonismo como nación pacifista, a pesar de las múltiples formas de violencia que las fuerzas armadas deben responder con más violencia. Que haya grupos armados ilegales aún operando en el país bajo el ya poco convincente nombre de conflicto armado interno no deslegitima el llamado de Petro a que se ponga fin al genocidio del pueblo palestino. La paz es el anhelo de quienes a pesar de reconocer que el ser humano tiene a la guerra y a la violencia como sus dos más grandes pulsiones, insisten en que es posible vivir y convivir en medio de las diferencias.
Como jefe de Estado y como político, Petro ha fustigado el actuar bélico y deshumanizante del Estado de Israel. Su decisión de romper relaciones comerciales y diplomáticas le hizo ganar protagonismo mundial, pese al apoyo de Estados Unidos al primer ministro Netanyahu, calificado por el presidente colombiano como genocida. De allí que el concierto de anoche sirvió para volverle a gritar al mundo que no comparte lo hecho por Israel contra las niñas, niños, viejos y viejas masacrados y desmembrados por el solo hecho de ser palestinos.
La reacción de la derecha colombiana que aplaude y legitima lo hecho por Israel contra el indefenso pueblo palestino no se hizo esperar: la bandera exhibida en las afueras del Congreso de la República lo consideran un acto inamistoso, un garrafal error en términos de la política exterior y por supuesto, la ideologización de las relaciones internacionales por parte del primer gobierno de izquierda que hay en Colombia.
Lo curioso es que la derecha política y mediatizada solo ve en estos actos y en lo hecho y dicho por el presidente Petro una sola ideología: la de izquierda. En un acto de birlibirloque, congresistas, expresidentes, empresas mediáticas y periodistas desaparecen el conjunto de ideas y valores asociados a la ideología de derecha. Y lo hacen con el único propósito de estigmatizar a quienes defienden ese tejido de ideas, posturas, consideraciones y símbolos, considerados como nefastos por esa parte de la sociedad colombiana y de la humanidad que justifica las guerras, las masacres y los genocidios, en particular cuando estos suponen el triunfo de ese Occidente que insiste en querer imponerse a través de los conflictos internacionales, sobre potencias orientales que compiten en el plano económico y político para hacer lo mismo que los americanos y potencias europeas hicieron en el pasado: someter a naciones y pueblos a sus condiciones políticas y financieras.
La revista Cambio publicó una nota donde dijo que “con el dinero del Concierto de la Esperanza se hubieran pagado casi 30 mil subsidios de Colombia Mayor”. La respuesta del presidente Petro no se hizo esperar desde su cuenta de X: “Por qué creerán que la cultura no debe ser tenida en cuenta, si es precisamente lo que nos diferencia de los animales. Que Colombia viva una revolución cultural”.
Terminado el Concierto de la Esperanza y una vez bajada la bandera de Palestina con todo y su proclama Alto al genocidio, la vida en Colombia y en el resto del mundo seguirá siendo la misma. El planeta seguirá girando, la barbarie en Gaza seguirá adelante. Ya vendrán otros conflictos armados, atentados, masacres y homicidios y los mismos llamados de siempre para que se detengan. Esa fue, es y será la historia y el destino de la humanidad, por cuenta de la aviesa y estólida condición humana.
@germanayalaosor