¿Dónde está el policía? (8 ½)

Por PUNO ARDILA

Todos sabemos que el Gobierno ve solamente con buenos ojos el accionar de los policías, sin reproches ni regaños; y únicamente hay para ellos felicitaciones, reconocimientos y ascensos. Y hay quienes se los merecen, ¡por supuesto!; pero toda Colombia sabe que hay muchas fallas, que posiblemente no serán corregidas ni a corto ni a mediano plazo. Lo único que se ha cambiado es el color del uniforme.

Pero este es un tema muy enredado, que no trataremos hoy. La única pretensión de este texto es contestar a una pregunta de una amable lectora, que ha tenido tres situaciones que hubieran podido resolverse con la presencia de agentes (de Policía Vial o de Tránsito), pero que estos nunca aparecieron. Ella quiere saber en dónde están los agentes, dado el enredo de tránsito en que anda todo el país. La pregunta se la pasamos al ilustre profesor Gregorio Montebell.

Los agentes viales y los de tránsito sí existen en este país, por montones —repuso—; lo que pasa es que están escondidos. Su estrategia en las carreteras es sacarle el jugo a la doble línea, un recurso económico que la Institución una vez les regaló (recuerden esa grabación en que se aprecia al superior ofreciéndoles el montón de kilómetros de carretera con la doble línea: «es un cajero automático», les dijo). De modo que los agentes se ubican tácticamente en donde saben que los conductores adelantarán a otro vehículo (o intentarán pasarlo, que por el intento también hay que pagar), o donde han puesto avisos de 30 por hora, unos metros después del aviso de 100 por hora, y enseguida caen como aves de carroña.

El pataleo es imposible. Si no hay dinero, se da al viajero la oportunidad del citatorio, pero en esa jurisdicción. Ocurrió una vez que un abogado fue multado en Bogotá por transitar en contravía, y él le indicó al agente que la vía siempre había sido en el sentido en que él transitaba, y le mostró la flecha que acababan de instalar, en el sentido opuesto de la que ya estaba hacía años. Dos flechas, una para cada lado; de modo que la vía sería doble, y no en un solo sentido. El agente le hizo el parte, y el abogado asistió, con fotos y todas las pruebas, a la cita que le pusieron para las ocho de la mañana, al otro día. Y esperó, entonces, mientras la directora de la oficina “revisaba” papeles y papales. A las tres de la tarde reclamó, y la mujer le contestó que había mucho trabajo, que disculpara, y que podían acordar otra cita. Es esa otra estrategia, si no les funciona el pago “in situ”: si asiste a la cita, con argumentos y pruebas, lo ponen a esperar hasta que se canse, y le proponen otra cita, hasta que se canse y pague. Y esto se lo advierten en la carretera, para que suelte uno o dos billetes grandes, en vez de tener que pagar de todos modos, y una suma mucho mayor, además de los viajes y el desgaste.

Agentes sí hay —concluyó el profesor Gregorio Montebell—, pero ellos aparecen únicamente cuando vienen tras lo suyo; de otra forma no se consigue uno ni para un remedio.

@PunoArdila

(Ampliado de Vanguardia)

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