El tibio silencio de la Izquierda

Por JORGE SENIOR

Debo confesar que el silencio al que aludo en el título no me produce extrañeza ni sorpresa.  Aún así es un silencio extraño porque no debería darse.  En tiempos de redes sociales y ráfagas de trinos, el silencio de los voceros de la oposición con cierto prestigio y liderazgo ante un “papayazo” del gobierno uribista resulta tan ruidoso como un alarido.  Cuando no son las “metidas de guayo” de Duque, zarandeando el buque como inexperto piloto sin brújula, entonces son las “embarradas” de sus subalternos: Arango, Acevedo, Ramírez, Carrasquilla, Holmes, Pachito, Blum, Botero, Zapateiro, etc, etc, uno tras otro alimentan diariamente burlas, críticas y memes. 

Los que tanto critican a “los tibios” se han quedado mudos, ni a favor ni en contra de la ministra de Ciencia. ¿Será que se ha fajardizado Gustavo Petro? 

Contratar ingenieros por dos horas como si fuesen para un motel, elogiar al difunto Popeye, pedir a Guaidó que extradite a Merlano, inventar conspiraciones ridículas de rusos y foros de Sao Paulo, negar el pasado en el Centro de Memoria Histórica y “olvidar” responder una carta clave, banalizar los asesinatos de líderes sociales como líos de faldas, nombrar fiscal de bolsillo, atentar contra la independencia de las ramas del poder público, mentir descaradamente en Davos y así ad infinitum (¿o debo decir ad nauseam?).  Y apenas me he referido a los dimes y diretes distractores y no he tocado los verdaderos casos de corrupción o de políticas insanas.

Con semejante comidilla diaria las críticas llueven desde todos los ángulos sobre un gobierno cada vez más desprestigiado e impopular.  Hay que admitir que dichas críticas no necesariamente se hacen desde la izquierda democrática representada en Colombia Humana, lo que queda del Polo Democrático y el ala progresista de Alianza Verde.  La mayoría viene de columnistas y periodistas serios, medios independientes, la academia, ONGs, organizaciones sociales e incluso de algunos políticos de los partidos tradicionales, y por supuesto de lo más valioso del ágora caótica de las redes sociales. 

Sin duda alguna, voces como las de Gustavo Petro, Gustavo Bolívar, Iván Cepeda, Germán Navas, Alexander López, Clara López, Aida Avella, David Racero, María José Pizarro, Inti Asprilla, Ángela Robledo, Hollman Morris, son algunas de las más caracterizadas al margen del periodismo crítico, pues al fin y al cabo son los líderes de la oposición. Entre todos ellos producen más de 100 trinos al día.  Pero hete aquí que sobre el caso que ha conmocionado al mundo científico colombiano, las “metidas de pata” de la recién estrenada ministra de Ciencia, la izquierda democrática ha guardado un curioso silencio.  Los que tanto critican a “los tibios” se han quedado mudos, impertérritos en la posición “nini”, ni a favor ni en contra de la ministra. ¿Será que se ha fajardizado Gustavo Petro? 

Ese silencio es sospechoso cuando está en juego el principal factor de progreso de la sociedad moderna: la ciencia y la tecnología.  ¿No tiene la izquierda nada que decir al respecto?  Unos dicen que es por ignorancia de la dirigencia.  Ese podría ser el caso a nivel individual, pero no a nivel de la izquierda como un todo.  ¿O acaso los dirigentes no tienen asesores?  En mi concepto es indicador de un problema grave que atraviesa a las izquierdas de Colombia y el mundo, síntoma de una crisis profunda. 

Hace 40 años la izquierda humanista tenía un horizonte de futuro, un proyecto utópico, una visión del progreso de la civilización.  Claro, padecía de dogmatismo y otros vicios, pero era una izquierda ilustrada, comprometida con la razón, la ciencia y el progreso.  Alrededor de 1980 todo cambió: el capitalismo dio un viraje pasando del estado de bienestar al auge neoliberal, la geopolítica de la guerra fría entró en barrena, el marxismo agonizó dejando en orfandad de teoría a los intelectuales progresistas y a las ciencias sociales, y el sujeto político por excelencia, la clase obrera industrial, se fue por el desagüe ante el empuje de la tercera revolución industrial que por entonces empezaba. 

La izquierda desconcertada y sin rumbo fue infiltrada por corrientes intelectuales oscurantistas, enemigas de la razón, de la ciencia y el progreso.  Un movimiento denominado “posmodernismo” penetró como quinta columna y empezó a hacer trabajo de zapa.  Otras corrientes derivaron de ella: el construccionismo social que desconoce la biología hizo estragos en el feminismo y movimientos étnicos, teorías conspiranoicas surgieron por doquier como leyendas urbanas y luego fueron exacerbadas por internet y las redes.  Ahora último, en América Latina, el llamado “pensamiento decolonial” hace demagogia indigenista que desorienta a la izquierda sin brújula.

En México, en el gobierno de AMLO, se ha desatado un debate similar al que se desarrolla actualmente en Colombia alrededor de la política de ciencia, tecnología e innovación, los llamados “saberes ancestrales” y el discurso descrestador de “las epistemologías del sur”.  Un discurso que unifica a la ministra mexicana del gobierno de izquierda y la ministra colombiana del gobierno de derecha: ambas hablan de “la ciencia occidental”, negando su universalidad, y sobrevaloran lo que vagamente llaman “saberes ancestrales”, siguiendo la moda identitaria y el discurso de dizque “resistencia”.  En ambos casos es un disparate que puede ser un autogolazo para estos países latinoamericanos que pugnan por la apropiación social del conocimiento científico en pro del bienestar de sus sociedades. 

La izquierda colombiana carece de partidos serios, organizados, por eso sobrevive a punta de personalismos.  Los cascarones existentes carecen de escuelas de formación política (excepto para cositerías electorales), no tiene tanques de pensamiento ni producción teórica.  Simplemente anda al garete.  Siendo el 2020 un año no electoral, en vez de especular sobre candidaturas, la izquierda democrática debería aprovechar y desarrollar foros ideológicos, organizar centros de pensamiento que investiguen y generen programas de gobierno bien fundamentados, en vez de los programas improvisados tradicionales.  Y mirar más allá de la política doméstica y las coyunturas electorales, pues la especie humana se enfrenta en esta generación a una encrucijada planetaria que exige una política antropocénica basada en el conocimiento científico.  ¿O de qué progresismo estamos hablando?

@jsenior2020

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